Tenemos millones de imágenes en la cabeza. Todo el tiempo nos están invadiendo y cada vez será más torrencial. Nuestro inconsciente es un gigantesco depósito de imágenes, muchísimas de ellas inclasificadas, amontonadas, mezcladas. Algo parecido pasa con nuestra memoria auditiva. Somos un iPod: tenemos en nuestra cabeza miles de canciones. Cuando las escuchamos en nuestro iPod en realidad es porque las queremos recordar con más precisión. Hoy una canción es una enorme sumatoria y reelaboración de canciones que ya escuchamos. Una buena banda pop es aquella de la cual sus melodías nos suenas familiares, cercanas, y a la vez estamos seguros de jamás haberlas escuchado. Un compositor pop construye sus emociones y sentimientos con lo aprendido en tantas canciones pop de todas las épocas. Con las imágenes pasa lo mismo. Un buen artista pop reelabora y construye sus imágenes con todo el arsenal de cultura visual que tiene a su disposición. Porque cultura visual es eso: saber componer con todo lo que tenemos a nuestro alcance. Las obras de Mercedes Fergnani son así: como una equilibrada canción pop. Nos parece conocerlas de toda la vida. Exhiben su fórmula con descaro y en esto son maravillosas. Alguien que se siente Elvis Presley. Un gato chino de la suerte gigante. Alguien que colecciona muñecas como si fueran talismanes y sufre de insomnio. El arte de un artista pop es volver a recomponer los elementos que ya conocemos y realizar con ellos un rescate emotivo. Mercedes encuentra una nueva economía para cada una de estas imágenes. Además decide pintarlas. En este sentido es una artista clásica como clásico debe ser un compositor pop. Es como si se ajustara a los tres minutos y medio de una canción estándar. Como si eligiera la formación de base de batería, bajo, teclado, guitarra. Con una voz principal y coros ocasionales, introducción, estribillo y variación con solo de guitarra. Agradecemos su familiaridad, esa sensación de haber convivido siempre con estas imágenes aunque en realidad sean toda sorpresa. La cotidianeidad de Mercedes es nuestra contemporaneidad. Sabemos que vive en nuestro mismo tiempo, que ve lo que nosotros vemos, que se deja invadir por lo mismo que nosotros dejamos de invadirnos. Mercedes es una de nosotros aunque no la conozcamos personalmente. Nos llega. Sus imágenes son parte de nuestra vida. O al revés: sin dudas su vida es parte de las imágenes que nos rodean y con las que dialogamos en todo momento. Pienso en Cándido López, un pintor que fue cronista de guerras. Cuando los historiadores quieren estudiar esas guerras se dirigen a sus pinturas. Cuando en el futuro, los antropólogos quieran estudiar la nuestra irán a las pinturas de Mercedes. Nuestra sensibilidad está en ellas.