sábado, 28 de abril de 2007

Otra vida brillante

Pienso en la oscuridad y enseguida me asalta la sensación de caminar a ciegas, de moverme y en un mundo donde las formas son esquivas y me obligan a adivinarlas en un tiempo que parece eterno. Estaba escuchando una compilación que me hizo un amigo de un montón de grupos darkies de los 80 y 90 y me colgué en un trip interminable de metáforas de oscuridad. Y me di cuenta que no sé resolver el dilema: ¿¿la luz es una rara condición de la oscuridad o al revés?? Hace un tiempo atrás (que ya me parece milenario ¡¡muchas cosas suceden en esta vida!!) Luter me dejaba unos mensajes increíbles y yo no lo conocía ¡¡y hoy soy re-fan!! Luis Terán es un artista que pone a prueba todo el tiempo mis sentidos. Vivimos tan acelerados en este mundo de vértigos automáticos que pocas veces nos ponemos a pensar cómo sería nuestra vida sin electricidad. Además de las canciones dark me vinieron a la cabeza esas imágenes de Matrix en las cuales Neo aún no es Neo y está en una especie de probeta conectado a un enjambre de cables que le absorben la energía que luego utilizan las máquinas. ¿¿Qué haríamos en un planeta sin electricidad?? ¿¿Qué clase de animales seríamos?? La obra de Luis es directa, bella, inspirada e inmediata y me llena de preguntas. Nosotros somos electricidad en movimiento y nuestro cuerpo ingiere luz por cada uno de sus poros ininterrumpidamente. Imagino mi cerebro como una increíble masa de puntitos de luz y energía y flasheo. Estoy escribiendo este texto delante de una pantalla que es toda luz y me imagino cómo debe verse mi cara desde dentro del monitor. ¿¿Y si Alicia de Lewis Carroll se hubiera perdido en un mundo de luz adentro de del monitor?? Hace poco leí un libro que decía que las sombras son almas fugitivas. La maravillosa obra de Luis (¡¡que además es galán de kamishibai!!) es un passwork a ese mundo donde las luces nos interrogan sobre ellas en nosotros y nosotros en ellas. Un masaje reactivador de neuronas y súper hipnótico.
Lo que tiene de bueno el arte es que no parás de conocerte a través de gente que comparte sus experiencias más copadas, y no dejás de interrogarte sobre cada mínima presencia de este movilizante universo.
Luis: sos un genio.

jueves, 26 de abril de 2007

Es trazar una línea y después otra

Hay un misterio en las cosas que se anuncia con la pincelada. Es algo que sucede hace siglos y siglos y nada lo reemplaza. A veces leo sobre el lugar de la pintura en la historia del arte, sobre los sistemas de representación, los objetos en el mercado del arte, tendencias y praxis de todo tipo. Pueden decirse muchas ideas interesantes, se puede estar muy informado, pero la pincelada atraviesa el lienzo o el papel y nada la reemplaza. Algo similar pasa con el dibujo. No se trata de una eternidad, es todo lo contrario: una instantaneidad. Dibujar o pintar, respirar o caminar: no envejecen ni rejuvenecen. Son acciones propias de nuestra humanidad. Se pintaba en las cavernas, de dibujaba en la arena, en la tierra. Es trazar una línea y después otra y otra. O la misma, y llevarla más allá. Ahí están los colores. Los vemos todo el tiempo en las cosas que nos rodean y no envejecen. Veo los cuadros de Catalina León. El misterio no envejece. La pincelada tampoco.

miércoles, 25 de abril de 2007

Hundirse en lo incierto y llevar la debilidad al extremo

Ayer leía un número viejo de la revista Rolling Stone, con tapa foto de Pettinato vestido de Willy Wonka, el personaje fabuloso de la película de Tim Burton, donde el conductor de televisión decía: “todo artista tiene que perder el control alguna vez; los artistas se caracterizan por perder el control”. Estuve toda la tarde pensando en eso ¿¿qué quiere decir perder el control?? Hace poco vi un documental de Mondrian en el que se pasaba horas ordenando los elementos de su taller y recordando esto volvía mi pregunta de otra forma ¿¿de qué forma perdería el control Mondrian, si es que alguna vez lo perdía?? ¿¿un artista es mejor artista porque pierde el control?? Yo creo en algo diferente, en el despojo. Me enamoro de los artistas que en un momento van despojándose y ofrendando aquello que más valoran: no los artistas que lo hacen todo para ser cada vez más poderosos, sino por el contrario, aquellos que saben volverse más y más vulnerables. Porque cuando se habla de riesgo del artista no lo entiendo en ningún otro sentido: los mejores artistas se atreven una y otra vez a dialogar y exponer su debilidad. ¿¿La confusión es debilidad?? A veces, otra veces puede ser puro narcisismo. La debilidad es el riesgo, es poner en escena las propias dudas, jugarse en lo incierto. Eso se lo escuché decir a Rafael en una charla y lo anoté: “nada nos convoca más que lo incierto”. Él lo decía me parece por las curadurías que defendía, no las que tienen tesis previas sino aquellas que “ensayan incertidumbres”.
Para mí Fabio Risso es absolutamente incierto, y con esto quiero decir que es un artistazo: un artista súper potente porque es un artista de la debilidad. Una de las preguntas que Diana Maestra propone en su sitio es ¿¿ser artista te vuelve mejor persona?? Una “diana” es un dardo preciso y Diana siempre es muy precisa y otra vez da en el blanco con la pregunta perfecta: no tener miedo a ser débiles nos hace mejores. Debilidad es todo lo contrario a cobardía: es asumir que no siempre se gana o que se gana de otra forma. Y eso está buenísimo.

martes, 24 de abril de 2007

Produjiste contacto, vestiste tu creación ¡¡fuiste muy vos con sólo mirar!!

Es la expansión la que me hechiza. Porque por más que el artista realice su obra con cual o tal técnica, con tal o cual procedimiento, hay algo que no maneja. Incluso en una galería, en la cual la obra está sola, ésta se extiende y reclama su presencia. Cuando miramos un libro de arte y vemos un objeto de arte que nos encanta, inmediatamente lo rodeamos con la vista para buscar más: un dato, por ejemplo una fecha, y si hay una foto del artista mejor. Nos tranquiliza saber que hay una presencia humana detrás de cada obra. En este sentido, creación y producción se homologan. Me pasó estar mirando un catálogo de pinturas que no me interesaban demasiado y cuando vi la cara de la señora que las producía y la fecha en que los había hecho inmediatamente se volvieron más interesantes. Leí hace poco sobre un crítico y filósofo Jauss, cuya teoría es que la obra se completa con el espectador. Y esto es verdad: el espectador deja su biografía en cada obra, que en definitiva, y sea lo que sea que el artista haya sentido o pensado cuando la realizó, es un lazo entre vos que la hiciste y yo que la estoy mirando. Lo buenísimo de cualquier creación es que es una experiencia intransferible: para el que la realiza y para el que la ve. Hoy mi obra son estos niños de Karin Idelson. Como espectadora tengo que evaluar y tomar muchas decisiones: ¿¿por qué están vestidos así?? ¿¿Esos niños ya son adultos (aunque no lo creo porque me parece que es una foto relativamente reciente)?? ¿¿Karin los produjo o ellos estaban ya vestidos así?? Creo que creación y producción no son antagónicos, sino complementarios. Toda obra tiene algo de creación, de porque sí, de voluntad que se afirma en un objeto, y de producción, de vestir a los chicos para la foto, de preparar el bastidor, de cargar el casete en la video, de afilar el lápiz, de buscar el objeto roto que estábamos necesitando. Lo que sucede es que hay artistas que dedican más tiempo a la creación, al impulso, y otros a la producción, como cuando un fotógrafo busca la luz, prepara su fotómetro etc. En Karin encuentro ese raro y mágico equilibrio, donde la producción es el doble exacto de la creación y al revés. Alucino con sus fotos y videos ¡¡quiero una individual de Karin Idelson ya!! Ahora que lo pienso, cuando nos arreglamos para salir, o para lo que sea, siempre decimos “nos produjimos para...” Me encanta esta fotito de la niña punk que bajé de internet. Porque, aunque parezca tonto, yo me produzco para ver obra. Quizás sea otra forma de intentar crear equilibrio en un mundo lleno de fuerzas y torbellinos emocionales. Últimamente se bastante de eso. Espero que no cargar mucho con ellos a las obras que me gustan, pero tarde o temprano un poco pasa.

viernes, 20 de abril de 2007

Antisocial y Amable

Esa contradicción me deja siempre pensando: ¿¿el arte es social o antisocial?? Torrentes de respuestas navegan por mi cabeza. Me respondo que lo antisocial es una respuesta o subespecie de lo social, una reacción que busca un equilibrio. Ahora ¿¿lo antisocial es un refugio?? Es posible, y también una trinchera. Pero lo que me da más vueltas es esa idea de lo antisocial en lo social. Creo que el arte que más me gusta viene por ahí. Ahora ¿¿qué es lo antisocial?? No me gusta la palabra protocolo, como tampoco me gusta la palabra estatuto. “Estatuto de lo social, protocolos sociales”, que si bien son cosas diferentes en un punto convergen: son formas establecidas. Y el arte me parece que existe justamente para eso, para sabotear las formas establecidas. No digo destruirlas, digo cambiarlas que no es lo mismo. Es cierto, cambiamos las formas por otras formas pero al menos no dejamos que esas formas se vuelvan rígidas como estatuas de plaza. Me gusta pensar en lo antisocial amable. Es ese sentido entiendo todas estas teorías sobre el arte como creador de nuevas reglas de sociabilidad. Sin embargo, soy una romántica empedernida. Leía en un sitio de rock que a principios de los 80, antes de que nosotros estuviéramos en este mundo, existió un movimiento que se llamó los New Romantics. Nuevos Románticos porque no queremos desechar formas de arte que nos gustan: pienso en Friedrich, que es un artista que siempre me modifica, me transmite sensaciones diferentes todo el tiempo. Pero es verdad que nos acercamos a obras del pasado siempre de manera distinta. Por último, quiero volver a hacer un mini homenaje a Fotos Sociales, el fotolog de Yanina Szalcowicz, al que no puedo dejar de ver como una de las películas más interesantes de nuestro tiempo. Y digo “nuestro” a propósito: ese tiempo donde esculpimos con emociones las formas vertiginosas de lo antisocial introspectivo en lo social bullicioso. Justo como este blog y tants otros. Hacer un blog es pensar en vivo y en directo, aunque paradójicamente el tiempo no deje de ser virtual.

Y no me pregunten por Porchi porque no sé nada. Debe estar enojado conmigo porque ya no me escribe. Porchi es una voz más que autorizada para referirse a este tema sobre el que hoy escribo.

martes, 17 de abril de 2007

Un aprendizaje sin recreo

Estaba leyendo lo que escribió Ernesto Ballesteros para el sitio de Bola de Nieve y me llamó mucho la atención algo que dice sobre su obra: que empezó a gustarle recién en esta década. La obra de un artista no es el artista, pero es una parte sustancial de la experiencia del artista, o sea que forma parte de él, es parte de su historia, de su sensibilidad, de su ser afectivo y social. Ernesto tiene muchos años de trabajo detrás de sí, y sin embargo demuestra una gran valentía y honestidad cuando confiesa que recién en los últimos años sus creaciones se parecen a lo que por ahí siempre quiso parecerse sin lograrlo. El fin de semana estuve leyendo un libro que me prestaron, de Osvaldo Lamborghini, lectura que me recomendó Flor de Otras y Otras y a la que nunca me había atrevido. Ni bien lo abro, leo en el prólogo una frase que me impactó. Lamborghini solía decir que su ética era “primero publicar después escribir”. Me dejó pensando porque me di cuenta que con este blog yo hacía exactamente eso: disparaba textos todo el tiempo, aprendiendo mucho sobre la marcha. La llegada simultánea de estos dos datos, esta encrucijada Ballesteros y Lamborghini me dio una gran lección: hacemos, hacemos y hacemos pero eso no quiere decir que todo lo que los ocupa sea de nuestro total agrado. A veces nos interesa un artista por su obra, otras veces, como en el ejemplo de Ballesteros, no sólo por su obra sino también por su actitud. La muestra de principios del año pasado en Ruth Benzacar me encantó. Fue la primera individual suya que vi: ¿¿no es genial cuando cada obra que descubrís de un artista va armando en tu cabeza una trayectoria que te sorprende?? Eso me pasa con Ernesto y con Juliana Iriart. El lugar de sus obras es el lugar de la aventura, de la sorpresa. Esta foto de Puerto Madero es de mis favoritas: tan cotidiana, simple y a la vez tan misteriosa. No lo sé, pero tengo la impresión que a ellos les sucede lo mismo que a mí con lo que escribo: es un continuo aprendizaje (gracias Rafael por la recomendación del libro de Pynchon).

lunes, 16 de abril de 2007

Las velocidades de nuestras experiencias y el experimento de nuestras vidas o de porqué la Doctora Baigorria es una ídola

En uno de los primeros post dije que las obras que más me interesan, aquellas que logran hipnotizarme y colonizan amorosamente mis pensamientos durante días, son aquellas de las que me apropio y paseo por mis sentidos sin respiro: son mis momentáneas consejeras, del mismo modo en que el horóscopo de las revistas de los diarios de los domingos se transforman en el oráculo de algunas personas que conozco. Las obras que más me dicen son como prótesis, partes de mí. En el post anterior hablé de velocidades. Bueno, seguí pensando en eso y me doy cuenta que cada obra que incorporo, que vuelvo propia, me arroja a su velocidad única, que siempre coincide con la velocidad que busco para mí. Me tomé muy en serio eso de escribir textos de la misma manera en que se escriben canciones. Las obras que me incorporo a mi disco duro sensible son el ritmo, la melodía y la armonía para mis velocidades y formas de habitar este planeta, es decir, son mis elementos. Estos días vuelvo a fascinarme, aunque siempre estoy encantada, con Vero Gómez y los Laboratorios Baigorria. ¡¡Sueño con ser la Doctora Laura Baigorria!! Ayer me desperté pensando que mi vida es un laboratorio, un lugar de pruebas para mi percepción y mis formas de sentir, un espacio de pruebas y que las obras de arte que me alucinan son mis instrumentos de investigación.Vero juega el más serio de los juegos con un humor envidiable. ¿¿Vieron que sus instalaciones siempre se refieren a las distintas formas de vida?? Es la vida la que aparece en experimento. La vida de conejos, de pollitos, de palomas, de perros, de chanchos. Son pruebas de la vida. Incluso en la construcción del lugar, los papelitos que va dejando sobre las mesas y muebles, los mensajes afectivos de quienes trabajan en el laboratorio. Vero Gómez nos invita a vivir nuestra vida como un juego divertido y serio, lleno de pruebas y aventuras. Pero por sobre todo, a reflexionar sobre nuestro lugar y nuestros límites. Adorable Vero: sólo deseo que sigas laboratorizando nuestras vidas durante años y años.

sábado, 14 de abril de 2007

Conectate con tu propia velocidad!!

Una obra no es un problema. Es cualquier cosa menos un problema. Es posible que una obra nos interrogue, que nos llene de preguntas y que eso nos lleve a pensar hipótesis. Hay obras que me dicen, que me transmiten, que me causan y otras que no. Seguro que tiene que ver con mi formación, con mi experiencia, con todo lo que me pasa, con mis miedos e inseguridades también. Y también con mis velocidades. Todos tenemos velocidades. Vos también las tenés. Ser rápida o no serlo no es importante: es simplemente un dato. Diana escribió algo lindísimo: dijo que hay que hacer teoría del mismo modo en que se hacen canciones, una detrás de otra. (Me encantó también que desconfiara de la palabra “tema” para designar a una canción. Una canción es más que un tema, implica más cosas). Pienso en mi abuelo favorito, que es el abuelo también de la Chica Voladora: Syd Barrett. Fue un cometa fugaz, luz en estado puro. Lo adoro y también me asusta. Como dice Diana (¡¡es una enciclopedia más que un diccionario!!) hay que saber cuidarse, tenemos que aprender a cuidarnos de algunas velocidades. Para mí un maestro total en este sentido es Sandro Pereira. Es un genio en este sentido de manejar las velocidades. Todo el mundo corre y el es súper fiel a sus tiempos. Sabe coordinar a la perfección sus necesidades con los giros del planeta. Eso es lo que estoy aprendiendo en estos días: a ser veloz cuando debo, a ser pausada cuando mi cuerpo y mi cabeza me lo piden. Como dice Charo, hay que saber cuidar las ganas, el entusiasmo. Pensar en Sandro y su obra me llena de energía. De una energía calma, más allá de todas las trampas de la información y de cierta inteligencia que no me dice nada. Volviendo a lo de las canciones, hay días que tengo ganas de tocar un tema punk detrás de otro, 500 temas seguidos de 3 minutos. Ahora estoy queriendo enseñarme más, a escuchar a mis estados de ánimo. No sé si Sandro sentirá eso, pero es lo que me irradia. Es como con sus movimientos pausados me gritara “¡¡conectate con tu propia velocidad!!“
Sandro: te amo. Sos un dios.

martes, 10 de abril de 2007

Justo antes o inmediatamente después

¿¿Vieron que hay artistas, escritores, directores de cine, historietistas y músicos de cuyas obras decimos “no entiendo mucho pero me resulta divertido”?? A mi me pasó eso con Zizek: leí dos libros (enteros) y la verdad es que no sé si entendía o no entendía lo que el autor quería transmitir, pero puedo asegurarles que de todas maneras me sirvió mucho porque aprendí un montón entendiendo quién sabe qué. Nos pasa cada vez que en un libro o en una obra cualquiera hay muchas citas y referencias que desconocemos: si realmente nos atrae, abrimos caminos de lectura en otras direcciones imprevistas. Soy de anotar todo y me pasa que a veces, con el paso del tiempo, me doy cuenta de los senderos extraños que fui abriendo por no contar con la información necesaria en el momento preciso. La obra de Martín Legón me parece fascinante porque escenifica esto que digo: en sus cuadros algo pasó o está por pasar y ese suspenso que jamás se resuelve en el presente es el que me enamora de sus cuadros. El tiempo presente de sus imágenes es el capítulo anterior o el posterior de ese adonde pasó todo. Durante un tiempo fui a un taller literario donde el profe nos decía: “en los cuentos de Raymond Carver el elemento dramático no existe o es mínimo. Y sin drama la historia simplemente avanza porque sí”. Lo tengo todavía anotado desde hace por lo menos cuatro años, porque me pareció genial. En las narraciones dibujadas de Martín el elemento dramático está siempre presente porque únicamente conocemos el antes o el después y tenemos que imaginarnos qué fue lo que sucedió. Lo mismo pasa en sus retratos, en aquellos cuadros en los que no hay presencias amenazantes o fondos misteriosos: los personajes que elige tienen siempre algún secreto. Algo lo dice en sus miradas, en sus mínimos gestos. Ese es el deseo que provocan: hay algo no resuelto en sus motivos que se desplaza de cuadro a cuadro y eso es genial. ¿¿Se acuerdan de Sheherezade, el personaje de las 1001 noches que mantenía hipnotizados a quienes la escuchaban porque desplazaba la resolución de sus relatos para más adelante?? Martín la desplaza hacia arriba o abajo. Y nos deja embelesados pidiendo más.

lunes, 9 de abril de 2007

Panteísmo, Hello Kitty y una cocina

Los panteístas creían o creen que existe una materia única y común a todas las cosas del universo. Es un pensamiento extraño que siempre me ha perturbado: ¿¿de qué clase de materia se trata ya que abarca elementos tan distintos como una roca, una flor, una guitarra stratocaster, una media y un cachorro dálmata?? Pero además ¿¿artista y obra están unificados por la materia que los constituye?? Yo siempre pensé en un momento de traducción: que los artistas realizan sus obras traduciendo sus emociones y pensamientos a otros materiales. Por ejemplo: un artista no es un cuadro y mucho menos un video juego. Pero precisamente su magia consiste en convertir una tela pintada y un programa de computadora en una obra de arte. Es decir, traduce la forma en que piensa, sueña y siente a otros lenguajes y el resultado es lo que nos fascina. No pienso en esto casi nunca, pero vengo de Appetite y les cuento que la muestra de Gustavo Marrone me proporcionó una descarga eléctrica de otro planeta que me llevó al otro extremo. Sobre todo esa cocina y esa inscripción que dice “el sujeto es un relleno / nos superan las formas / moldeadas sobre / el asco que produce / la conciencia / de saberse / carne”. ¡¡Tanto pensar la subjetividad y resulta que es un puro impulso animal que nos sacude nuestra propia animalidad!! Como toda obra de arte auténtica, me perturbó. Ya no puedo decir si me gustó o no (aunque me gustó) sino que me dejó temblando. Yo llevaba mi mochila rosa de Hello Kitty y terminé mareada ¿¿estoy hecha de la misma materia que mi mochila?? ¿¿soy un relleno?? Esa cocina ahí me dejo loca, me despertó toco tipo de asociaciones. Entiendo y no entiendo y eso es genial. Hace mucho que una obra no me ponía la piel de gallina.

Posdata: Por unos días no habrá comentarios. Les pido disculpas pero me puso muy mal darle involuntariamente lugar a quienes lo único que saben hacer bien es molestar. Esto viene de hace mucho, casi desde que empezó el blog. Pero esta fue la gota que me agotó. Diana me enseñó que hay un momento en que debemos aprender a decir No y Basta. Cuando se me pase, volveré a habilitarlos porque considero los aportes de todos ustedes como parte fundamental de este sitio que es un intercambio y me encantan los comentarios. Los necesito. Ojalá me puedan entiender. Los quiero mucho. Kisses.

jueves, 5 de abril de 2007

Tu obra favorita también es una autobiografía colectiva

Es que nunca hay yo ¡¡hay tantos yo!! Simplemente tenemos que empezar a darnos cuenta, a aceptarlo. A veces creemos que nuestro yo es una mónada, es un planeta completo y nos cuesta entender que en realidad está interconectado con esa materia variable que es el yo de los que nos rodean e interinfluencian. Deleuze y Guattari escribieron “cada uno de nosotros ya era muchos” y a veces tardamos en admitir que también participamos en todos ellos. Es lo mismo que en la teoría de los sistemas que veíamos días atrás: cada uno de nosotros pertenece a una red que a su vez pertenece a otra red que a su vez pertenece a otra red. Nuestra obra no existiría sin los demás. Todo el tiempo hay otros. Sabemos que cualquier obra de arte es autobiográfica, porque incluso silenciosamente da cuenta de quienes fuimos cuando la realizamos, de todas las cosas que nos pasaron en ese momento pero que a la vez son consecuencia de otras cosas que nos pasaron antes y van a desencadenar otras nuevas. Pero a veces tenemos más dificultades para reconocer que esa obra que es nuestra, íntima y que se conecta con nosotros de manera tan única también es una autobiografía colectiva. Nosotros somos súper-conectores: no hay día en que no conectemos mental o físicamente a personas, obras, datos, lecturas, películas que vimos, canciones que escuchamos, momentos que pasamos, intuiciones y tantas otras cosas.
Supongamos esta situación: el Taller Literario Attack!!!! (¡¡que misterio!!) me deja un mensaje en el blog con un texto de Aldous Huxley u Oscar Wilde. Yo se lo comento a la Chica Voladora (¡¡no sé donde estás!! ¡¡te extraño!!). La Chica Voladora lo comenta con los Turismo Salvajía y ellos a su vez le recomiendan unos discos que ella después me recomienda. Todo eso es un sistema que a su vez es una autobiografía plural. Algo que acontece entre todos. Las obras que hacemos también están conectadas de esta forma. Y aunque al principio nos cueste verlo, las obras guardan y dan cuenta (manifiesta o secretamente) de todas estas interconexiones. Aunque no siempre el circuito sucede tan fluido. Estos días no puedo dejar de pensar en el este cuadro maravilloso de Anabella Papa. Es otra autobiografía colectiva, pero más imperativa. Nos sirve de metáfora para aprender a recibir también conexiones más tumultuosas.
Querida lectora o lector: estás en tu casa o en un cyber, leyendo Mao y Lenin. Repentinamente ves como entra un nuevo mensaje con un texto. Mío o de quien fuera. La red continúa. Estás es mi autobiografía y yo estoy en la tuya.

martes, 3 de abril de 2007

Cambiaste tu peinado y se transformó la historia, aunque seas una chica clásica


Los punks, los impresionistas, los artistas pop, los situacionistas, los surrealistas, los artistas politizados, las feministas, a lo largo de la historia siempre hubo gente que dedicó su vida a tratar de cambiar las cosas. Y más allá de cuáles hayan sido sus objetivos y de si los cumplieron, en todos los casos algo cambiaron: la forma de vestirse, de hablar, de escuchar, de ver, de pintar, de bailar, de caminar por una ciudad, de relacionarse con los sueños, de liberar su sensibilidad, etc. A la mayoría de nosotros nos pasó alguna vez una mañana despertarnos y antes de salir de la cama haber pensado ¿¿qué es lo que yo tengo ganas de cambiar?? ¿¿qué es lo que me es necesario cambiar?? O bien ¿¿seré recordada algún día por haber cambiado algo, fuera lo que fuera?? A las dos semanas de cumplir 15 supe que tenía que cambiar mi onda. Como leí en algún lado: “si no podés cambiar el mundo, por lo menos cambiá tu peinado”. Y no tuve que pensar mucho: ya conté en otro posteo que mi fanatismo por los dibus de Evangelion tuvo una importancia fundamental en ayudarme a determinar cómo quería que me vieran.

Además, a principios de esta década el estilo punk ya era tan clásico que podía parecer conservador ¡¡y eso me encantó!! Ser una chica punk y clásica y en realidad no ser ninguna de las dos cosas. Este movimiento me parece importantísimo a la hora de cambiar: al contrario del motivo de la angustia existencial de Hamlet, ya no se trata de ser O no ser, sino de Ser Y no ser. Porque por mas que mantengas el estilo siempre es otra cosa. Si en los sesentas en Londres te vestías como María Antonieta eras mod. Si hoy te vestís así acá, desconcertás. Sos y no sos. Hagas lo que hagas, si sos auténtica estás condenada a la originalidad, porque estás desplazando el momento de origen. En este sentido las pinturas de Ana Vofelgang son muy novedosas: en otras décadas hubieran dicho que era una reacción a la abstracción, o una construcción intimista, o imágenes de una reconstruida cotidianeidad, o una vuelta a la pintura, o un nuevo nuevo realismo y muchísimas otras cosas. Y seguramente la pintura de Ana se nutre de todas estas discusiones, de todo lo que se pintó durante siglos, pero a la vez es otra cosa. Es y no es.

Porque es la obra de una chica talentosa de finales de la primera década del siglo XXI. Son todos estos fantasmas del pasado los que se acercan a las imágenes de Ana y no al revés. La obra de Ana navega por el presente con todas sus apuestas e interrogaciones. Y hay pocas cosas más excitantes que entregarse a este juego. ¡¡Y vean Destroyers en el Borges que está re buena!!