Cada vez que visito el Museo Nacional de Bellas Artes me cuelgo mucho tiempo frente a esta increíble obra de Mildred Burton y me encantaría colgarme también en esta otra de Alfredo Guttero, que rara vez exhiben (¿¿está ahora colgada??), pero que me delira en las reproducciones que tengo de ella. Las razones son misteriosas incluso para mí. No es un interés histórico, ni temático, ni está vinculado a cómo fueron realizadas estas pinturas. Simplemente hay algo en esas imágenes que me cautiva, me provoca un estado casi hipnótico. El tríptico de Mildred es demoledor. ¿¿Qué le sucede a esa gente?? ¿¿cuál es su parentesco?? ¿¿cómo fueron sus vidas?? Algo de esos rostros me llama, me deja en suspenso. ¿¿Cuántas emociones deben tener cautivas esos retratos?? A veces pienso que cada espectador les va ofrendando sus relatos mentales, sus pistas, sus suposiciones. Por favor, vayan al museo, véanla. Deténganse en los rictus, en la elección de los colores, en los rarísimos detalles. Con la pintura de Guttero me sucede otro tanto. ¿¿Qué están haciendo esas mujeres?? Trato de adivinar en sus caras elementos que me permitan trazar hipótesis sobre sus vidas. Quiero saberlo todo de ellas. Ellas encarnan el misterio porque sí, el misterio banal y profundo, gratuito e irresoluble. Ese momento en que todas las dudas se arremolinan y son lo que siempre serán, dudas que nos alimentan a lo largo de nuestra existencia. Cuando me paro frente a estas obras el tiempo y los estilos no tienen importancia. No me interesa ni la fecha de su creación, ni la llamada “masa crítica”, ni siquiera el resto de la bibliografía sobre sus autores. Esa imagen me transmite algo que tampoco me interesa entender, menos aún identificarme, sólo perpetuar. A veces me pregunto qué sucedería si en los libros de visitas a un museo los espectadores, en vez de quejarse o limitarse a felicitar, escribieran una breve historia que les sugiera una obra. Ya sé, sería un plomo, a la mayoría de esas narraciones no las terminaríamos de leer. Pienso también ¿¿cuáles de los artistas de esta década quedarán representados en la colección permanente del museo?? Una de las tantas cosas geniales del arte es que nos genera interminables preguntas y nos vamos definiendo según las respuestas que podemos elaborar. Construimos respuestas que no son sino nuevas preguntas disfrazadas. Seguramente los chicos de otras generaciones se preguntaron cosas distintas. Nuestra vida siempre será un ejemplar infinito del libro de las preguntas. Qué bueno que sea el arte el que les da forma.