miércoles, 20 de junio de 2007

Rediseñando la persona que querés ser

Es inquietante saber que máscara y persona son dos palabras que tienen la misma raíz latina. Leímos infinidad de veces que las máscaras no disimulan la identidad, sino que la realzan, posibilitan otros aspectos nuestros. En realidad podríamos pensar a las máscaras como parte de nuestro guardarropa. Estaría rebueno que además de elegir que remera o pollera o zapatillas elegimos para el día también eligiéramos, cada tanto, una máscara como atributo de nuestra personalidad. La ropa habla de quienes somos, si sumamos la máscara a nuestra indumentaria y la volvemos cotidiana, todo en nuestra vida cambiaría. Sumar un elemento más a nuestro ritual: la ropa nos protege contra el clima. Una buena máscara también, contra los climas psíquicos. Cuando no estamos con ganas de que se vean nuestras ojeras o nuestro rictus de engripados una máscara solucionaría todo. No sé si es eso en lo que piensa un artista tan versátil e interesante como Hernán Balzarotti. Su obra es una pura deriva: con igual maestría pasa de el dibujo a la pintura y de estos a la fotografía. Podríamos decir que sus obras son máscaras de su mundo, ya que dan cuenta de una mirada atenta y minuciosa. Con internet las máscaras, como todo, se volvieron más virtuales. Un nickname es una suerte de máscara, pero al faltarle la corporalidad algo cambia radicalmente: la máscara es la culminación de un cuerpo. La cara de una persona casi siempre es lo primero que vemos; si cambiamos esto por una máscara, esta viene a ser un soporte de cara, otra cosa. Lo cierto es que una máscara jamás es un anónimo: en la elección de los colores, de las formas, de su representación. Pienso en los carnavales venecianos, en todos esos trajes maravillosos, en ese momento de representación de diferentes papeles. Porque una máscara siempre da cuenta de la elección de un destino, de un rol. Con la máscara elegís quien querés ser, hay una expresión muy fuerte de deseo.
En el gremio de los superhéroes hay muchísimos enmascarados y encapotados, de todos los colores y credos. La máscara tiene eso: nos remite a leyendas de distintas épocas y lugares. La máscara protege, resguarda, genera misterio.
En un mundo donde todos usáramos máscaras ésta dejaría de ser excepcional, nadie desconfiaría de un enmascarado.
La obra de Hernán nos abre este interrogante.
Por ahí todos tenemos una máscara puesta y no terminamos de darnos cuenta.