martes, 31 de julio de 2007

Coleccioná sugestiones y armarte tu repisa

En la obra de Federico Lanzi todo toma un leve aire alienígena. Incluso cuando esos monstruos de colores que bajan del cielo no están, de alguna forma aparecen. Cuando vi estos osos polares no pude dejar de pensar en Lost. La verdad es que últimamente, cada vez que veo un oso polar pienso en esa serie. De forma parecida, me pasa que voy caminando por la calle y miro hacia lo alto mirando atentamente a ver si bajan estos invasores y ya comienzo a prepararme para el combate. Escribo todo esto porque estoy pensando desde hace un tiempo que las obras que más me interesan son las que más me sugestionan. No estoy diciendo que las obras que nos sugestionan sean siempre las más potentes, pero a mí me sucede así desde hace algunos meses.
Cuando vemos mucha obra, no es difícil que se nos empiece a pegotear en la memoria. Algo se pasa de cocción en nuestro recuerdo. Vemos una obra y sabemos que la conocemos pero no podemos recordar muy bien adónde y de quién era. O la mezclamos con otras.
Sin embargo, las obras que nos sugestionan nunca las confundimos.
Para que me sugestione una obra, como sucede con la obra de Federico, esta tiene que linkear con un aspecto que yo sienta como esencial en mi vida. Como dice mi abuela “toca alguna de mis fibras”. Las obras que más me pegan son las que se adhieren a la percepción de mi biografía. Será porque soy muy fantasiosa, no sé, pero no pasa un día sin que vaya caminando por la calle y me imagine que estoy dentro de una película. Es una sensación muy profunda que perdura en mi cabeza. Hay días en que soy la protagonista y otros en los que quiero ser un personaje bien secundario.
Me doy cuenta que una obra me sugestionó cuando ingresa a mi película de la forma más natural.
Hace unos días le contaba esto a mi amigo Pedro Billardi y él me preguntaba qué diferencia existía entre la sugestión de una obra y la de cualquier otra cosa. Y si bien todavía estoy tratando de explicármelo, creo que las obras que me sugestionan tienen un elemento de imaginación que pertenece a un territorio amplio.
Sugestión no es miedo ni inseguridad. Es otra cosa. Sugestión es como un loop que no se acaba. Es un estado cercano a excitación.
Por esto flasheé cuando vi a los alienígenas de repisa. Me dije “¡¡Guau!! Es como coleccionar sugestiones.” Y la idea me encantó.
¡¡Quiero una repisa entera de alienígenas de Federico Lanzi!!
Quiero unas largas vacaciones en el reino de la sugestión.
Esté donde esté, quede donde quede.

lunes, 30 de julio de 2007

La paciencia de la belleza

Bonjour!!
Un amigo me decía ayer: “todo artista tiene que convivir con la certeza insoportable de que cada una de sus obras siempre dirá mucho más de lo que cree que dice”. Un decir que se acaba con la obra, cuando esta se destruye, por ejemplo. O sea que un artista sabe lo que le gustaría que su obra diga, e intentará que su obra intente decir ciertas cosas, pero que ella dirá otras tantas que le resultarán por ahí imprevisibles. Porque gente de otras generaciones le aportará a su obra discursos que al artista le gusten o deteste y que cada uno de esos discursos competirá por los sentidos de su obra.
¡¡Y es que a mí me pasa lo mismo!! Todos estos días estuve pensando que lo que escribo también dice mucho más de lo que pienso que puede decir. Toda obra (y nosotros mismos también) convivimos con un montón de discursos y sensaciones que nos rodean y atraviesan que sería inútil tratar de controlar.
Me costó bastante aceptarlo, mucho más que entenderlo, pero cada día estoy más convencida que todo eso genial y tonto, bueno y pésimo, interesante y pesado que se dice de una obra es parte de ella, de su vida. Y que las mejores obras cargan consigo centenares y miles de discursos rarísimos.
Hay un misterio que es esa indeterminación, que es el azar o el destino que señala los discursos que tocan en suerte a cada obra. Me da la impresión de que Guillermo Faivovich lo sabe muy bien. Sus obras esquivan el sentido fácil. Se colocan en una situación que no es cómoda. La mayor parte del tiempo, me paro frente a una obra y se me ocurren miles de cosas. Frente a una obra de Guillermo lo primero que vienen a la cabeza son dudas. ¡¡Y eso está rebueno!! Frente a otras obras creo tener una idea de qué me quieren transmitir. Pero nunca me sucede eso con las obras de Guillermo. Y si voy anotando las obras suyas que recuerdo haber visto y trato de hacerme una idea del sentido del conjunto ¡¡me resulta cada vez más raro!!
Es una obra particularmente armónica, paciente con el espectador. Las obras mismas nos proponen y reclaman ese tiempo de contemplación. Parecen decirnos “puedo esperarte; mirame con tranquilidad.”
Hablé una sola vez con Guillermo y no creo que se acuerde. Él me pareció mucho más impaciente que su obra. Un chico muy inteligente y sensible. Me intriga mucho la relación que se establece entre él y sus fotografías.
Sospecho que ese tiempo que sus obras nos reclaman es el mismo o parecido al que él les brinda a ellas, a pesar de su impaciencia (por ahí no es nada impaciente, eso me pareció a mí). Que se coloca en un espacio en el que ellas tienen que dar muchas vueltas para regresar a él. Y que en ese camino tienen que desprenderse de sus sentidos más obvios.
Porque de la obra de Guillermo pueden decirse tantas cosas pero jamás que son obvias.
La obra que está exponiendo en el edificio del Correo Central es preciosa.
Véanla y después me cuentan qué les pareció.
Todo lo que acabo de escribir es lo que volví a pensar cuando dejé que esos meteoritos se hundieran en mis emociones más sutiles.

domingo, 29 de julio de 2007

Las dueñas del Mercado

La obra de Lucas Mercado es él ¡¡y no al revés!!
Los dandys decían que su vida era su obra. Pero eso es muy viejo. Son las obras de Lucas (sus dibujos, sus pinturas, sus almanaques) la que lo reclaman a él como obra. ¡¡Los roles se invierten!! Debe ser por eso que Lucas trabaja tanto y en todas las fotos que conozco aparece tan reposado. Tiene un blog buenísimo (Parientes en la Casa) en el que sospecho que le sucede algo parecido a lo que les contaba antes con respecto a sus obras.
Lucas es paranaense (¿¿se escribirá así??), vive a orillas del río. Y no deja de dibujar. Es una máquina. Claro: el efecto lo vuelve cada vez más requerido, ya que a más obras, más reclamos de éstas obras ¡¡él es la obra compartida de cientos de sus dibujos!!
Hago una pausa para pensar mientras tipeo: las obras de Lucas me transmiten sensaciones muy locas. Debe ser por eso, porque las disfruto tanto y me mimetizo tanto con ellas, que tengo que inventar formas muy raras de escribir. No tengo idea si éste texto que estoy escribiendo resultará comprensible o no. Para algunos sí y para otros no sé. Pero no puedo escribir sobre Lucas de otra manera. No me sale.
¿¿Cómo haría para escribir sobre Lucas de una forma que no sea la que la obra de Lucas me transmite?? Sus dibujos son historias condensadas. Películas de un único fotograma que condensa historias larguísimas en las que por ahí no pasa nada pasando de todo. Y al revés. A veces en sus escenas pasa de todo y es como si no hubiera sucedido nada relevante. Sí para nosotros, sus espectadores.
Conocí a Lucas porque un día me escribió. Me llamó enseguida la atención su nombre “Lucas Mercado”. Ya su nombre es una especie de potenciación. Mi papá solía decirle “lucas” a los pesos, al dinero. A mí me llamaba mucho la atención, porque mi compañero de banco en la primaria también se llamaba Lucas. Así que cuando papá decía (todavía es el día de hoy que a veces dice) “esto vale cinco lucas”, a mí se me hacía un nudo en la cabeza. Por ahí, ahora que lo pienso, las obras de Lucas Mercado se miran entre ellas y negocian en la “unidad monetaria Lucas”. Por otra parte, ¿¿de qué otra cosa está conformado el mercado sino de dinero, es decir, de “lucas”??
Bueno, les decía que el nombre me encantó y empecé a rastrearlo por internet.
Y como no podía ser de otra manera, comenzaron a pasarme cosas raras.
¡¡Y qué más quiere alguien que se acerca al arte!!
Por eso le tengo extremada simpatía a Lucas y a su obra. Me alucinan.
Ya sé que es un chiste muy malo, pero no me puedo dar el lujo de no terminar este texto así: ojalá que un día no muy lejano Lucas le haga honor a su apellido y conquiste el ídem.
Viviríamos en un mundo mucho más hermoso.
¡¡Y divertido!!

sábado, 28 de julio de 2007

Agujeros en el alma. Caerse, pero para arriba.

Lo loco es que si una lo piensa el agujero nunca es confiable del todo. Porque el agujero comunica, pero también nos hace vulnerables. Un agujero puede ser una herida, como cuando alguien te dice “me hicieron un agujero”. Pero una ventana también es a su modo un agujero. Y esto es lo que sabe perfectamente Lucía Spotorno. Para ella los agujeros son algo amable. Tan amable que deja que el azar se filtre por ellos. Porque para Lucía los agujeros son sus ojos, un sitio donde todo se mezcla, todo fluye. Los colores, las formas. Agujero es un sitio donde podemos caernos (los pozos son agujeros) y caerse a veces viene muy bien. El problema es que en los pozos uno cae siempre hacia abajo, porque así lo dictamina la ley de la gravedad o la gravedad a secas. Pero Lucía nos presenta agujeros en los que nos elevamos. Si pienso en la pintura del maestro de todos los maestros que es Max Gómez Canle, recuerdo que también está llena de agujeros. Max, como Lucía, es un cultor de agujeros: un boquetero. Ambos son creadores de mundos. Abren agujeros para ver más allá. Y más allá siempre hay colores. ¡¡Qué platónica que estoy!! Porque fue ese filosofo barbón el que puso a uno de sus personajes más famosos de espaldas. Que extraño eso de ser un protagonista absoluto de la historia de la filosofía y no tener nombre. Y este hombre no sólo veía las cosas desde un agujero, porque la caverna es un agujero, sin que ¡¡además de espaldas!! Pero una vez que se libera avanza hacia la luz. O sea que, para Platón, un acto de conocimiento muy groso es enfrentarnos a un agujero, la puerta de la caverna. Pero atención: Platón dice caverna y no cueva. La cueva tiene una sola salida. Es como un iglú de piedra. En cambio la caverna tiene pasadizos, chicos o grandes, y avanza hacia el corazón de la montaña. Así son las pinturas de Lucía, que avanzan hacia nuestro corazón. Su mensaje son formas y colores. ¿¿Y qué otra cosa necesita nuestro corazón que la magia de formas y colores??

viernes, 27 de julio de 2007

Cippoflash!!

Holiiiiiiiiiiiiiiiiiiii !!
Desde hace mucho que quería escribir este post y por una u otra cosa lo fui retrasando ¡¡pero las ganas y las ideas crecían y crecían!! Hay fanatismos que llevamos como una remera ¡¡pero que no se ve!! Como un tatuaje que es a la vez un amuleto de la suerte que nos protege y nos da fuerzas.
El Cippodromo es para mí desde sus inicios una fuente inagotable de inspiración y de imaginación. ¡¡Leo sus post como si fuera una saga manga pero a la vez teórica y ficcional!! Son como noticias de un planeta que admiramos: un canal de información de una dimensión paralela pero que se parece mucho a ésta.
Lo genial del Cippodromo es que no se termina en sí mismo, sino que se continua por fuera, en infinitas direcciones. En nuestros diálogos, en las formas en las que pensamos, en las maneras en que leemos, en nuestros estilos de mirar una obra o una película o de navegar por la web.
Rafael Cippolini es como un Lewis Carroll ensayista: su mundo está poblado de las criaturas más extrañas. Y lo divino es que ¡¡queremos pertenecer a ese staff!! Porque es un planeta donde todo puede suceder. ¡¡Y sucede!!
Si veo una diferencia grande entre Rafael y otros colegas es que su curiosidad es infinita; mientras otros se limitan a glosar Artforum o leer la teoría de moda del momento, él apuesta a los caminos más bizarros y sorprendentes. Y es que de muchos podemos decir “es crítico de arte” o “escritor” o lo que fuera, pero a Cippolini es muy difícil clasificarlo. No conozco a nadie más que pueda entrelazar sin perder la gracia ni la inteligencia ni la lucidez ni la precisión plazas de la cultura rock, de la filosofía, de la teoría del arte, de la pasión por el comic, por el mundo virtual y por todos los pasadizos de la literatura.
Sigo sin entender qué es la patafísica, pero me deslumbra el estilo que Rafael le imprime. Podría ser cualquier cosa y siempre me cautivaría en sus trayectos.
El Cippodromo se continúa decía recién, en muchas otras cosas. Cuando todos los periodistas especializados omiten a un groso como Iuso, Cippolini estaba ahí desde mucho antes para potenciarlo. Lo mismo a Yamandú, a Kacero o a ¡¡mi misma!!.
Cippodromo es una fuente de imaginación en la escritura y en esto es de una generosidad inmensa. Es una usina de compartir la información y sus modos. Es dueño de un alto estilo de esculpir los conceptos, las teorías, que Alfredo Prior llama “novelas”.
No me voy a referir a ramona porque sería repetir lo que todos sabemos: lo que Rafael hizo ahí es impresionante. Hay un antes y después de su paso por esa publicación. ¿¿A qué revista no le gustaría tener en el timón a un Capitán Nemo como él??
Pero lo mejor es el presente y el futuro. Cippodromo es como un téster de lo mejor que puede sucedernos.
¡¡Y lo genial es que sucede!!
More Kisses.

jueves, 26 de julio de 2007

Mejor que un sueño

Hola amores!!
Hoy me levanté a la madrugada con ganas de escribir sobre una artista que es de mis preferidas. No la conozco personalmente, pero algo me dice que le gustará saber que tuve un sueño muy ella y que no pude seguir en la cama y tuve que largarme a escribir.
Empezaré por otro lado.
A veces estamos tentados a condensar todo lo que es Belleza y Felicidad en un solo concepto. Escuchamos que tal obra es “muy Belleza y Felicidad” y creemos entender más por exclusión, porque sabemos bien que-no-es Belleza y Felicidad. Y lo cierto es que ByF es una gran sumatoria: de los artistas que compusieron su staff, de todos aquellos que expusieron ahí alguna vez, de decenas de poetas y músicos y actores y etcs que fueron aportándole lo suyo para que hoy sea lo que es: ya no un concepto, sino una novela estética. Y digo novela estética porque ByF es una larga trayectoria en el tiempo. Es verdad que Fernanda Laguna atraviesa y se expande en todos los capítulos que la componen, pero no es menos cierto que hay artistas que han sido decisivos en un momento u otro.
Dentro de los artistas que, como Fernanda, construyeron un nexo repoderoso entre los últimos años de los noventas y los primeros de esta década Marina Bandín (¡¡ella es mi artista soñada!!) fue construyendo su obra con una gracia y soltura maravillosa, con una libertad envidiable, a tal punto que sus territorios son tan amplios y a la vez tan personales que merece una novela para ella sola.
Sííííííííí !! Es una heroína silenciosa, discreta. Eso me encanta. Marina construye un mundo lleno de criaturas deliciosas y mínimas que jamás se detienen ni cuando se detienen. Lo va acrecentando con bordados, dibujos, muñecas, fotografías, pinturas, publicaciones y poemas: un territorio extenso pero siempre íntimo. Tan íntimo y misterioso como un sueño.
Porque en una época en la que cientos de artistas están obsesionado con sorprender, con shockear, con determinar un mensaje que sólo puede entenderse unidireccionalmente, Marina va poblando su mundo de criaturas y no necesita explicarlas ni forzarlas. Le basta con quererlas, con darle espacio en cuadernos y papeles.
Es una de las artistas más observadoras que conozco: fíjense bien y verán que sus dibujos, siempre esenciales y contundentes, están plagados de deliciosos detalles. Marina conoce la potencia salvaje del detalle y la lleva a su clima más intenso. Es de esas criaturas tan extrañas en el arte que prefieren perderse en los mínimos vestigios de la galaxia antes de pasear su ego y señalarlo ininterrumpidamente.
De una forma u otra, nunca dejó de mostrar lo suyo. Fue buscando los lugares y las oportunidades sin fatiga y sin fatigarnos.
Las imágenes que ilustran este post fueron exhibidas en el Proyecto Panda (¡¡no se lo pierdan!!). Es una exquisita selección de obra que deja muy en claro todo lo que escribo sobre ella.
Lo que tiene de genial soñar con Marina es que (como sucede también en el famoso y breve cuento) cuando me despierto ¡¡ella está ahí!!
Y es una alegría gigantesca.

miércoles, 25 de julio de 2007

Cien



Hola Chicos!!
Es una cosa muy personal, pero no me gustan demasiado los números redondos. En serio. Prefiero los impares: son menos enfáticos. A nadie se le ocurriría, a menos de que se trate de trate de un código personal referido a un hecho particular y privado, festejar con bombos y platillos un aniversario que no redondee nada ¡¡y qué razón existe en esa elección!!. Por lo mismo tampoco voy a festejar pero lo cierto ...es que este es el post número cien. Parece una locura pero es así. Y la verdad es que estoy recontenta porque sé que están ahí, que hace mucho que me acompañan y ese es el mejor regalo que pueden hacerle a este blog. No exagero. Me emociona que estés leyendo, en este mismo momento, estas líneas. Es mágico para mí.
La verdad es que no me había dado cuenta que se venía el post número 100. Pero vi que el contador de la izquierda, que señala la cantidad de entradas, pasaba de los dos a los tres dígitos y aluciné. Es una estupidez, pero al mismo tiempo marca un recorrido. Lo fui haciendo sin darme cuenta.
Perdón: lo fuimos haciendo. No me creo nada demagoga al decir esto porque realmente los quiero. Está rebueno que estén ahí. En realidad, estamos en el mismo sitio: en el arte.
Lo que más me encanta es cumplir algo que no sean años. Es como un plus.
Ayer con Leo Estol hablábamos de la experiencia y de los tiempos. Me parece que este post debería rondar esos temas aunque jamás los balances. Reprohibidos. Y menos aún la nostalgia.
Si tuviera que describir con una imagen cómo me siento, propondría ésta, una panorámica de la primera escultura de Leo en el MAMBA. Mi 100 puede que sea también el primero de algo qué no se me ocurre qué pueda ser. Cada post es algo nuevo que queda, una marca, un residuo de felicidad, de excitación, de diversión, de aprendizaje. Es como darte un beso con alguien que no conocés: hay besos que perduran toda la vida y otros tantos que se pierden en el más inocuo de los olvidos. Me encantaría que mis post pudieran soñarse así, con tanta armonía, de una forma tan estética, tan calculada, tan precisa como la obra de Leo. No creo que Mao y Lenin como blog tenga ninguna de las características de esta escultura que nos va hipnotizando de a poco.
Si tengo que pedir un deseo diría...
No les voy a decir nada. ¡¡Adivinen!!
Gracias. En serio.
1000 Kisses


PD: No se pierdan el post del Cippodromo de hoy. Me alucinó. ¡¡Superrecomendado!!

martes, 24 de julio de 2007

Aplastados por el exitismo

Más allá de quién la practique (ya sean artistas, teóricos o casuales visitantes) nos preguntamos siempre ¿¿para qué sirve la crítica de arte?? Sin dudas, una de las funciones más importantes debería ser señalar aquello que habitualmente no se ve lo suficiente. Confieso que estoy sorprendida con lo que sucede con la muestra de Iuso en Ruth Benzacar.
Desde que me enteré que Iuso y Siquier expondrían juntos en las distintas salas del famoso subsuelo, comenzaron a surgirme muchos interrogantes. Dos pesos pesados se presentaban simultáneamente. Dos artistas intensos y bien diferentes. Dos propuestas rebuenas. Una oportunidad maravillosa para estudiar el comportamiento crítico.
Para mi aburrimiento ¡¡acerté!! El de Buenos Aires es un medio súper exitista y conservador. Chusmeamos en la cartelera de la galería y vemos todas notas dedicadas a Siquier y silencio total hacia la propuesta de Iuso. Hasta el momento, la única nota que leí que hablaba de nuestro sibarita desbocado fue la de Lebenglik, que para variar sigue expandiendo su escotoma hasta llegar a ser él mismo un escotoma andante ¿¿Cómo alguien puede tener tan poca sensibilidad frente a una obra??
Las pinturas de Siquier son geniales ¡¡chocolate por la noticia!! Pero con su obra sucede algo parecido a lo que sucede con la de Kuitca: los críticos y críticas se babean con el éxito por encima de todo. En Radar, en Inrockuptibles, en Ámbito Financiero, en Ñ, en La Nación, en todos lados Siquier, Siquier, Siquier y nada de Iuso. Y es que Iuso sigue irradiando incomodidad. Nadie se juega. De un texto crítico deberíamos esperar una apuesta que implique algún tipo de riesgo. Tengo que escribirlo: Siquier no implica ya ningún riesgo. Su obra está tan cerrada que escribir sobre lo buena que es resulta redundante. Y que el 99,9 % de la crítica sea redundante no es nada divertido.
Hay mucho para decir de la muestra de Iuso y no es fácil. Todos esquivan lo certera que es su propuesta. Estuve revisando los cuadernos de notas y todas dicen “Siquier ¡excelente! ¡supremo! ¡divino!”, etc. Resulta grave ¡¡tienen tan poco que decir de Iuso que escriben de Siquier en el cuaderno de visitas de Iuso!!
Yo sí tengo que decir sobre Iuso: sin dudas esta exhibición es el comienzo de una nueva etapa. Más pictórica, menos efectista, más filosófica, menos autoestadística. Me encantó el gran graffiti título de la entrada. Me encantó la espacialidad escultórica. Me parecen rebuenos los textos, reflexivos, incisivos, alienados, imperdibles.
El arte que me gusta me genera preguntas. Me mueve. Me inquieta. Me deja pensando. Me sacude. Aún sigue siendo riesgoso acercarse a la obra de Iuso. A la de Siquier no. Está recontrabuena, pero es lo que esperábamos. Por eso debe ser que todos los textos fueron hacia él.
Puedo obviarlos a todos. Ya sabíamos que Siquier es un genio.
Lástima que tan pocos se dan cuenta que Iuso también.

lunes, 23 de julio de 2007

Que la cotidianeidad siempre sea otra cosa. Muy otra cosa.

Me costó darme cuenta y entenderlo con hechos. Son verdades tan simples, tan inmediatas, tan literales, que sabemos que se trata de eso y cómo es pero aún no le damos en nosotros el giro necesario. Sobre la que hoy voy a escribirles es sobre cambiar la cabeza. Es un principio elemental y sabio: si querés tener la cabeza en otro lado, muchas veces es muy eficiente realmente mudarla a otra parte. Ya sé, hay obsesiones y problemas que están tan prendidos de nuestras neuronas que vayamos a donde vayamos, ahí estarán. Pero no estoy hablando de dejar atrás nada, ni de sacudirnos lo que ya no deseamos. A lo que me refiero es a incorporar otras experiencias, a reformatearnos. Lo complicado es que vamos lejos a buscar lo mismo. Antes de salir ya sabemos lo que queremos encontrar. Entonces, jamás nada nos encuentra. Pero cuando no tenés idea qué querés encontrar (y esa es toda una actitud), la maravilla se hace presente. Hay que escribir durante la experiencia y después, pero no antes. Noto que cada vez más amigas y amigos están deseosos de que les sucedan ciertas cosas que ya tienen bien definidas. Lo genial es cuando en realidad no sabés. Ninguna idea anterior. Para mí fue fácil: me fui al campo de una tía. Así de simple. Y salí a caminar. Todos los días. Si vas buscando acción, es un embole. ¡¡No pasa nada!! Pero si ponés los sentidos en marcha y entendés que todo cuenta, de lo micro a lo macro o al revés (de un horizonte en el amanecer a una luciérnaga ni bien está cayendo el día) todo se vuelve genial. Los desayunos, mirar por la ventana, incorporar todos esos momentos que habitualmente tenemos súperprogramados, automatizados. Prepararme un mate cocido fue genial ¡¡una experiencia única!! Cuando salís de la fábrica de cotidianeidad en la que estamos inmersos, cuando te detenés a observar una vieja pared como un espectáculo único, los torrentes de imaginación invaden tu cabeza. Recuperás enseguida las tardes de patio de tu infancia. Los detalles de tu balcón y de tu pieza que creías borrados para siempre. Y es todo lo contrario de la nostalgia. Es ingresar en otro reino que no es aquel, porque vos ya no sos la misma o el mismo. Walter Álvarez lo sabe muy bien. En él la cotidianeidad siempre es otra cosa. En sus imágenes siempre queda tan claro que ningún instante se repite. Que nuestra historia es singular, que jamás hubo ni habrá otra igual. Que mi forma de ver arte, de acercarme a lo que hacen los artistas es diferente a todas las que existen y existieron en el planeta. Y que mi forma de escribir también lo es. Escribo con el lenguaje de todos los días ¡¡y sin embargo todo es tan distinto!! Valorá tu experiencia. Walter me da confianza: veo sus momentos, sus historias y sé que podrían ser los míos, todo lo que me fue pasando en algún momento de mi vida. Es igual y no lo es, porque Walter me señala cosas que yo no había valorado de la misma forma. Cada uno de nosotros tiene su estilo. Los artistas que amamos nos enseñan a descubrirlo.

lunes, 2 de julio de 2007

La oficina de tus sueños

Siempre me gustó la idea de oficina, seguramente porque huelo en ella algo de perverso. Ya sé que es un prejuicio mío, pero por alguna razón me resulta tan repulsiva la imagen de una oficina que me atrae. Enseguida me viene a la cabeza un listado de palabras que son regularidad, ¡rutina!, eficiencia, aburrimiento, protocolo, desparpajo, presentación, gris, aburrimiento y formalidad. Esto es pura asociación libre mía. Todos conceptos que tienen que ver bastante poco con el arte (aunque en realidad el arte, como dice Fernanda Laguna, tiene que ver con todo porque todo puede ser arte). Bah, Fernanda no dice eso pero trato de ampliar algo que se me ocurrió cuando fui a ver la muestra con curaduría de ella en el Malba, ya hace unos años. Desde hace un tiempo también sin embargo hay una oficina que es puro arte y proyecto: ¡¡ya adivinaste!! Es la Oficina Proyectista. Es un lugar precioso. Chiquito, acogedor, en un edificio increíble. Una poética en si misma. Hoy voy a escribir sobre Sonia Neuburger porque me parece que es un modelo de artista muy del siglo XXI (y también una artista modelo). Tiene una obra súper interesante, que me recuerda mucho a la búsqueda del registro atemporal de una naturaleza muerta. Pero ampliada. Una suerte de Giorgio de Chirico pero a través de una composición fotográfica a la vez metafísica y trash. De un trash muy fino. Digo que Sonia es una artista modelo muy actual porque es a la vez artista y propulsora de un espacio (como Fer y Daniela Luna, pero con un estilo rediferente). Sonia pone mucho menos el cuerpo, es menos discursiva, tiene una obra que tensiona mucho más lo clásico y lo contemporáneo. Y un exquisito bajo perfil. Me encanta que para ir a la galería haya que subir en ascensor y entrar a ese lugar en plena peatonal de oficinistas de traje. Es como entrar a un lugar mágico: uno espera más rutina, más oficina y se encuentra con una oficina dentro de un sueño. Porque esa fue la primera sensación que tuve cuando entré. Que la oficina era el desprendimiento de un sueño. ¡¡Pero estaba bien despierta!! Con su obra fotográfica pasa algo parecido: es como ingresar en un sueño. Las cosas están en su lugar que es un lugar extrañado.
Hagan su experiencia.
¡¡Conviértanse durante un rato en oficinistas de sueño!!
Paso la información: Dirección: Perú 84 – 6º piso – Oficina 82. Mail: oficinaproyectista@yahoo.com.ar Teléfono: 15- 6104 – 4715. Horarios: miércoles, jueves y viernes de 18 a 20 hs.
Me lo van a agradecer.