La cofradía está buena. Vos sabés que vas a determinadas inauguraciones y presentaciones y te vas a encontrar con gente que querés, con la que te sentís identificada, con la que compartís tantas cosas, que tiene una sensibilidad y una historia que puede parecerse a la tuya. Que les gustan muchos de los artistas que te gustan, la misma música que te alucina, que te puede recomendar películas que te da mucha curiosidad ver. Circulamos entre tribus, en espacios que nos son familiares, en los que sentimos la conexión, en los que experimentamos una maravillosa protección. Qué genial que es esa frecuencia: te sentís Wi Fi, conectada, como que todos tenemos una energía emocional que compartimos y modelamos. Y los artistas que elegimos tanto tienen que ver con el manejo de esta energía, de esta onda, de este conjunto de intensidades que atraviesan toda nuestra vida.
Ahora bien: me gusta esa espontaneidad y desconfío mucho pero mucho de los que intentan captarla, actualizarla, capitalizarla en el peor sentido del término: capitalismo emocional. Vivimos en tiempos en los cuales el capitalismo emocional se expande. Cuando las publicidades y las revistas intentan establecer sus mercados con la materia de nuestra emoción colectiva. Octavio Garabello dijo hace un tiempo algo que me pareció súper lúcido (Oto es súper lúcido): “todos nosotros somos pollitos de alguien, pero tengo la sensación de ser un eterno pollito en fuga”. ¡¡Nosotros siempre podemos elegir!! Por ejemplo, tengo sentimientos encontrados contra la revista D-Mode. Primero pienso: “está bueno que los chicos se diviertan”. En las páginas del último número desfilan muchos de los mejores artistas de nuestra generación, y de edades diversas: los Oligatega, Nica Araoz, Catalina León, Cecilia Szalcowicz, Rosana Schoijett, Manuel Esnoz, Flavia Da Rin, Dino Bruzzone, Diego Gravinese, Diego Bianchi, Valeria Maculán, Débora Pruden, Nacho Iasparra y los Mondongo. Pero no puedo dejar de pensar que también los están utilizando como el efímero capricho de una agencia de publicidad, lo mismo que sucede con las trampas de los políticos. El márketing, la publicidad y las captaciones de los punteros políticos son nuestra condena Matrix: tenemos que pensar muy bien hasta que punto queremos convertirnos en productos de otros. Sólo posando ya estamos trabajando para viejos de mierda, como dicen los chicos del rock chabón.
¡¡Seamos pollitos en fuga!! Seamos dueños de nuestras propias experiencias. Hagamos como Vero Romano: fundemos nuestras propias publicaciones, confiemos en el poder de nuestros fanzines, de nuestros blogs, de los eventos que podamos gestionar.
No nos dejemos convencer con encuestas ni notas ni invitaciones que después descubrimos que, con nombres revolucionarios, terminan siendo más anzuelos del capitalismo emocional. Elijamos una y otra vez la materia de nuestras emociones hasta donde podamos hacerlo.
Necesitamos más y más Fernandas Lagunas y Danielas Lunas. Espacios donde no tengamos que darnos vuelta una y otra vez a ver cuándo nos implantan un código de barras.
sábado, 2 de junio de 2007
¿¿Cuál es la materia de tus emociones??
Publicado por Anita en 13:41