sábado, 30 de junio de 2007

Wodkamiel ¡¡elixir de código abierto en el Piquete Way!!

¡Holiiiiiiiiiiiii!! ¡¡Una bebida riquísima como obra!! Y un piquete de lo más estimulante. Ya sé: no hay que banalizar un reclamo social y tampoco es una novedad que una rica bebida puede tener efectos maravillosos en nuestra vida. ¡¡Es que estoy muy entusiasmada!! Ok, ok. Voy más despacio porque sino no se entiende nada.
Retransformar la realidad. De eso se trata. La realidad es mucho más dúctil de lo que creemos. En serio. Y dolorosa también. Por una y por otra razón los artistas tienen un territorio inmenso para actuar. Y lo hacen, que duda cabe. Para hacer la vida más agradable, manipulando la realidad. Hay que tener ganas, perder los miedos. Inés Martino es una artista que me encanta y entendió muy bien todo. El arte vincula los sentidos. Los multiplica. Hay veces que pareciera que tenemos vente sentidos y no cinco. Por supuesto el gusto en uno de los más importantes ¡¡tanto como la vista!! Por lo cual Inés realizó una divertidísima puesta en circulación de Wodkamiel, un elixir de código abierto que cualquiera puede fabricar. ¡¡Es una delicia!! Y convidar a sus amigos. Si vos fabricás Wodkamiel, tenés que hacer una fiesta o reunión para que pueda catarse. Porque le podés poner tu toque, hacer tu Wodkamiel personal. ¡¡Y sigue siendo Wodkamiel!! Construís el evento, tu forma de diversión. Para Guy Debord, el papá del situacionismo, el espectáculo en sí era algo malo. Como una última etapa de lo capitalista. Pero hay espectáculos y espectáculos y lo interesante es crear otro tipo de contactos que no sean manipulables. Porque los eventos de Inés son obras de artista y no una marca que te pide su adhesión. Debord hablaba de situaciones. Pero esa es su teoría, a mi me gustaría hablar más de Wodkamiel’s Partys. Está bueno recorrer la ciudad de otra forma, pero esto es más simple. Otra cosa. No tienen que ser raves ni nada preestipulado. No hace falta: simplemente producís Wodkamiel para tus amigos y realizás tu fiesta. Inés Martino también realizó una obra muy divertida que es el Piquete Way: elementos para piquete. Piquete Fashion. Hay discusiones de sociólogos sobre la relación de los piqueteros con el espectáculo. Nina en Bailando por un sueño. Castells en Puerto Madero. Pero esto es otra cosa. Es un juego: cambiar los códigos. ¡¡Todo es un problema de código!!
Leo lo que escribo y no sé muy bien por qué estoy escribiendo así.
Suena bastante alocado. Sí, estoy un poco acelerada.
Es un día muy lindo.
Cada vez estoy más convencida que nuestros estados de ánimo tienen un color. Y ese color dirige lo que vemos, cómo vemos y pensamos y decimos.
Hoy este texto salió así.
Todas mis ideas saltan, vuelan.
Debe ser el Wodkamiel.

viernes, 29 de junio de 2007

Mi percepción es la de un Pokemón

Hay afirmaciones que son casi metafísicas y sin embargo dan risa. Quiero decir, no son un chiste, no son ni exageradas, ni obscenas, ni siquiera ridículas. Son ¿¿cómo decirlo?? Extrañas, o pueden parecerlo. Hace un rato me estaba dando un baño de inmersión y pensé (¡¡una piensa cada cosa!!) “claro, nosotros también somos forma”. Estaba pensando en cómo percibíamos la forma, en un espectador viendo un objeto ¡¡y me di cuenta que somos una forma viendo otras formas!!. Formas entre formas. Y me dio risa. No sé bien por qué. Es una sensación de gracia abstracta, asociaciones mentales quién sabe a qué. Hace unos días leí una declaración de Lucía Giorgetti que hablaba de su trabajo y decía qué importante era para ella en un momento abstraer, abstraerse, abandonar la función de la forma. Que por un momento las formas escaparan de su función visual, que se convirtieran en otra cosa, para poder después extraer de ese momentáneo limbo una forma precisa. O sea, llevar la percepción más allá, y después regresarla casi al mismo punto que nunca volverá a ser el mismo punto. Debe haber algo impensadamente zen en eso, un poco lo de “una montaña es una montaña, deja de serlo, y después vuelve serlo pero de otro modo”. ¿¿Será una cuestión también filosófica, entre el ser y la percepción?? Me quedé sumergida un rato. Esta última semana no pude sino darle vueltas todo el tiempo en mi cabeza a la forma en que trabajo y escribo; la escritura también es una forma. Entonces soy una forma que produce más formas. Y como escribo sobre arte, que también es un mundo de formas, soy una forma que utiliza formas para acercarse a formas. ¡¡Y me da risa!! Pienso en los Pokemón, que son todos bastante deformes. No, pobres, quiero decir que tienen formas caprichosas ¡¡y nuestras formas también deben ser caprichosas!! En un mail Rafael Cippolini citaba la forma como concepto de Gombrowicz, el combate con la forma, cómo actuar con lo que se puede y con lo que no. Vuelvo a las pinturas de Lucía porque ella vuelve una y otra vez a la abstracción y después explora desde ahí las formas de la femineidad, según criterios que van de la publicidad a la historia del arte (¿¿se acuerdan de lo que escribí sobre la divina Lula Mari??). Les decía que pienso mucho en cómo escribo, en la forma. Leo Estol me escribió hace unos días y me decía por qué no escribo en medios. ¡¡Es que eso es entregarse a una forma!! Y para hacer un fanzine prefiero el blog. Ahora quiero pensar, ver y sentir desde un Pokemón. Cualquiera de los personajes secundarios. Me vuelvo a tentar de risa. Soy una tonta. Un Pokemón acuático riéndose de abstracciones.
Así comienzo el fin de semana.
Que la pasen bien.
Little Kisses.

jueves, 28 de junio de 2007

El mundo también imita al arte contemporáneo

El mundo se sostiene desde una larga sucesión de sistemas visuales. Son como capas de una cebolla: círculos concéntricos que contienen imágenes. Capas y capas de imágenes, por arriba y por debajo unas de otras, cambiando de posición constantemente, interactuando unas con otras. Funcionan, de cierto modo, como las canciones en nuestras cabezas. Nuestra cabeza no tiene la lógica de almacenamiento y reproducción de un iPod: miles de canciones sobrevuelan en ella, jamás una detrás de otra. Aparece un estribillo, unos versos, unos acordes, una melodía, texturas de sonidos, voces, todo esto mezclado con miles de imágenes mentales, que vienen de momentos de nuestras vidas, de clips, de películas, de la tele, de las revistas y de obras de arte. Nos cuesta visualizar el diagrama, pero sabemos que se mueven en sus propias dimensiones. Franco Vico es un artista que entendió eso. Que fue captando imágenes que reformulan íconos de religiosidad new age. Franco es desconfiado, irónico, se ríe y al mismo tiempo observa. Piensa en la serpiente tragándose su propia cola y la transforma en un gran aviso publicitario de una empresa de demoliciones. Doble utilización: como en muchos relatos de ciencia ficción, el mundo es parecido al nuestro pero no es exactamente el nuestro. Otro cartel publicita un potaje especial para Niños Índigo. ¿¿Incredulidad?? No creo que sea eso, o al menos no solamente eso. El mundo también imita al arte contemporáneo en sus formas de productividad. El arte contemporáneo lo absorbe y reformula todo. En muchas de las obras de Franco reaparece una y otra vez la idea de camino, de Dios en imágenes, de espiritualidad como fábrica, de máquinas y cuerpos que se estropean. Está rebueno pensar que los artistas sacuden, alborotan todas esas capas de imágenes que nos inundan. Que son como pastores al revés: en vez de cuidar a su rebaño de imágenes, las deliran, las hacen dispersarse por la pradera, escaparse en todas direcciones. Hay artistas que necesitan que todo vaya hacia un lugar, un punto donde ellos se encuentran. Hay otros que al revés todo el tiempo abren nuevas formas de escape. Está bueno que podamos disfrutar de unos y otros. En otra época la gente del mundo del arte tenía que tomar partido por unos u otros. ¡¡Por suerte ya no es así!! Le decía ayer a mi amigo Bernardo, que al revés que en el fútbol, la gente más interesante en el arte es la que es hincha fanática de dos o más cuadros simultáneamente. Por ahí el secreto es cómo lograr esto. Como hacer que todos los mundos del mundo y las imágenes que los componen se condensen sin estallar.
O que estallen en secreto y sintamos su infinito cosquilleo.

miércoles, 27 de junio de 2007

Rocío de la realidad

No es posible pretender entender qué es la realidad o cuáles podrían ser sus efectos sin aceptar que nuestra percepción es parte de ella. Una parte. Nuestras percepciones no están fuera de lo real, no observan lo real fuera de la realidad, y con esto quiero decir que, tal como están las cosas, lo real ya no sería real (ya no sería lo mismo) sin vos ni yo. Ni ustedes. Y tampoco sin Rocío Pérez, que es una artista rebuena sobre la que estoy escribiendo ahora. Ver las obras de Rocío me hizo enteder que lo real es una cuestión de estilo. La realidad no es ni más ni menos que una sumatoria de estilos, de cada uno de nuestros estilos. Hay un estilo Rocío Pérez de la realidad así como hay un estilo tuyo y otro mío (un estilo Mao y Lenin). Algunos de esos estilos logran mayor difusión, se imponen y generalizan. Pero cada cual tiene su estilo y la realidad es eso: un banco de datos enorme con todos los estilos.
El arte nos hace visibles esos estilos. Los hace más evidentes. Viendo las obras realistas de Rocío Pérez entendemos su forma perceptiva, la forma en que mira las cosas. Rocío mira un cartel, un choque, una máquina, no importa qué, pero le imprime su estilo. El estilo nace de la propia mirada. Cuando vemos a alguien confrontamos estilo. Por eso sucede que si un fotógrafo y un pintor y un videoartista actúan sobre una misma persona o paisaje o cosa, capturándola en sus imágenes, vamos a tener diferentes versiones-obras de esa misma cosa. Porque cada cual le propone su estilo. El estilo no es algo hacia uno sino hacia los demás. Nosotros le ponemos nuestro estilo a las cosas que vemos y otros nos ponen su estilo cuando nos miran. La realidad hace evidente todo este cruce estilístico. Por eso el arte es una parte tan intensa de nuestra realidad: porque es nuestra forma de vivir la vida. Vivimos la vida desde el arte, en ese flujo que hace evidente todos los estilos.
Hay obras que nos hacen descubrir cosas. No tengo idea qué se le pasó por la cabeza ni qué sintió Rocío cuando pintó estas imágenes, pero lo que sí puedo decir es que me desnudó uno de los modos o por ahí EL MODO en que funciona la realidad.
Como una sumatoria de estilos.
Y no solamente eso, sino que me hizo pensar mucho en mi estilo. Es decir ¿¿de qué forma yo imprimo mi mirada en las cosas??
¿¿De qué forma las rocío con mi estilo??
Hay pocas cosas mejores que descubrir pensamientos como éste, sobre el cual sigo escribiendo y pensando.

martes, 26 de junio de 2007

Un planeta intenso de interrogantes

Hay palabras que son complicadas. Me acuerdo de una canción viejísima que cantaba Federico Moura y descubrí hace algún tiempo. Se titula Amor descartable. Un dúo inquietante: ¿¿Cómo el amor puede descartarse?? Por más que sea un amor y no el amor, el amor si es amor es algo que nunca descartamos, al menos no del todo ¡¡no podemos!! Siempre queda algo del amor aunque ya sea imposible. Cuando el amor es amor marca, deja señales en lo que somos, y esas señales jamás se descartan porque son parte de lo que somos.
Con el arte pasa algo parecido. Sigo hace un tiempo con mucho interés la obra de una artista para tener muy en cuenta: Ana Wandzik. Ana realiza obras con una particularidad: son obras descartables. Lo descartable es algo clave en su idea de hacer arte. Lo primero que pensé es ¡¡cómo estamos acostumbrados a lo descartable!! Que no es lo efímero. Efímero es lo que no puede durar, pero esa falta de durabilidad es algo que no es voluntario, que está más allá de lo que podemos hacer por la duración misma. Pienso en uno de los lanzamientos de Juliana Iriart, por ejemplo. Nos gustaría que hubiera miles en la ciudad, ir caminando por la calle y que de lo alto surgieran nuevas nubes de color y que se sostuvieran en el aire un rato muy largo. Pero la falta de duración no es lo mismo que la decisión de dejar de usar. Descartar es apartar, tomar la iniciativa de ya no utilizar más algo. No es exactamente una degradación: mientras que se usa ese objeto puede ser importante. Lo que sucede es que a partir de un momento deja de serlo.
Durante siglos el arte tuvo la pretensión de durar. Pensemos en las esculturas de mármol, en los esfuerzos de tantos artistas para que sus pinturas duraran lo más posible. El arte se construyó sobre la idea de perdurabilidad, de ganarle al tiempo. Recién ahora estoy pensando que un arte descartable, como el que con mucha sensibilidad e inteligencia hace Ana Wandzik, por ahí es la estrategia más eficaz para ganarle al tiempo. Descartar hoy es cambiar de un soporte por otro. Porque descartar es realizar un registro de obra previo. Antes de que una obra pierda su existencia física, se la registra. Y el registro es una forma de conformar archivo. Por lo cual un arte de descarte es un arte que fue pensado para que su soporte sea el archivo. ¡¡Y este cambio es una maravillosa idea!! Porque crea complicidades intensas, ya que los espectadores que hayan visto la obra en vivo y en directo antes de su descarte podrán jactarse de su percepción inmediata.
Ya ven, una obra descartable abre infinidad de preguntas sobre todo tipo de cuestiones relacionadas con el producir arte. Una forma de producción que abre un planeta intenso de interrogantes.
Ana ¡¡cómo nos dejás pensando!!

lunes, 25 de junio de 2007

Diseminate!! Y sentí todo como un Playmobil

En una época estaba todo menos diseminado. Si vos estudiabas Bellas Artes terminabas pintando cuadros o esculpiendo. Y hacías dibujos para vos y la gente que querías. Esto era un boceto, aquello una obra. Todo en compartimientos estancos. Sabías de antemano que mostrar y que no mostrar.
Ahora todo es mucho más exigido porque el concepto de obra es mucho más amplio y nos permite darnos cuenta que por ahí lo que antes se consideraba un boceto es mucho más interesante y rico que eso que en un primer momento pensamos que sería la obra. ¿¿No te pasó que un boceto es mucho más interesante que una pintura y finalmente te quedaste con el boceto y no con la pintura?? Antes, si querías ser artista, tu elección estaba muy condicionada con respecto a cómo harías arte. Ahora es al revés: tenés tantas posibilidades que asusta un poco. Muchas veces da vértigo.
Lorenzo Anzoátegui traduce todo a su mundo. Sus imágenes están recodificadas y él maneja esta posibilidad con una maestría absoluta. Lorenzo es ilustrador y animador, y hace todo al mismo tiempo. Puede saltar de sus imágenes en movimiento a sus imágenes-cuadros a sus imágenes para ser publicadas. No es que los artistas de otras épocas no utilizaran todos los medios a su alcance, pero lo que sí es cierto es que no todas estas intervenciones tenían el mismo valor. Y ahora pueden tenerlo.
Ayer discutíamos con mi tía Nora, que es pintora, aunque no expone mucho. Y ella siempre se queja un poco del arte contemporáneo, porque considera que impera una permisibilidad que en sí es buena pero que admite experimentos elitistas. A veces nos olvidamos de cómo fue mutando el concepto de obra en estas últimas décadas, incluso en las obras tradicionales. Por eso mi tía se queja cuando se exponen bocetos, dice que no están a la altura de una buena pintura y sospecha detrás de esta exposición una maniobra comercial. Por suerte no tenemos esta visión y podemos disfrutar de una ilustración o una animación y valorarla tanto o más que una obra en el sentido más tradicional.
Ver al Lennon del Sgt Pepper en plan Playmobil me alucinó. Lorenzo tiene una sensibilidad preciosa que también tiene Albertina Carri, de poder ver las cosas desde un Playmobil. Porque esa es la gran diferencia: mientras artistas de otras generaciones utilizan los Playmobil como “objetos de consumo”, Lorenzo ve al mundo como si fuera un Playmobil, tiene y usa esa sensibilidad.
Tenemos otra sensibilidad hacia las cosas. Y es el arte contemporáneo el que nos permite esta sensibilidad.
Viva la diseminación!!
Vivan los Playmobil!!
Y viva Lorenzo Anzoátegui!!

domingo, 24 de junio de 2007

Devenir Flavia

Flavia explora su imagen. Explora todas cuantas es y puede ser (por ahí también investiga en aquellas que no quiere ser). Flavia crea fábulas con sus imágenes, que también son otra forma de exploración. Pero no son las fábulas sobredimensionadas en la producción (las fábulas Hollywood) de LaChapelle. Son cuentos de otro asombro. Un embebecimiento que la sitúa frente a un límite que, lo advierto, pronto saltará. Flavia me escribe y me cuenta que está leyendo muchísimo y que está preparándose para ese salto. Flavia es una constructora de símbolos. Cada historia visual es un símbolo. Un camino hacia una sensación que explota en muchos sentidos al mismo tiempo. Como diría Deleuze, hay un devenir Flavia. Tiene esa intuición: cuando tantos artistas geniales trastabillan en la vulgarización que hace de ellos una revista boba como D-Mode (una versión afectadamente cool de Caras), cuando los quieren convertir en productos publicitarios, Flavia participa pero marca la diferencia. Flavia atraviesa el fashion reciclable sin vulgarizarse, lo cual es una hazaña. Son tiempos raros en los que hay quienes consideran a Alan Faena como un buen referente cultural y lo fotografían en libros como alguien importante en el mundo del arte. Por suerte tenemos refugios, zonas donde poder respirar, donde poder alucinarnos. Ahí están: gracias Flavia por darnos otra vez el ábrete sésamo.

sábado, 23 de junio de 2007

Yo también soy una espía

Espiar con el consentimiento, pero espiar. Una de las tantas cosas a las que nos invita el arte es a espiar sin culpa: los artistas parecían decirlo todo de todas las formas posibles y ahí estábamos para inventarnos como espectadores, para recibir toda esa información y procesarla indefinidamente. Durante años y años acumulamos millones de imágenes y naturalmente unas se fueron imponiendo sobre otras. Pero siempre supimos que las imágenes artísticas tenían otro status, otra jerarquía. El arte nos mostraba lo que sucedía en el cerebro emocional de los creadores y el resto era periodismo o fotos caseras. Hoy está todo súper mezclado, pero algo es seguro: seguimos espiando. Así se trate de un cuadro maravilloso colgado en una galería o en un museo o una foto privada puesta a circular en un fotolog, en todos los casos seguimos siendo espías. Por ahí la diferencia entre el arte y las imágenes que no lo son sea, para decirlo de este modo, una filosofía de la imagen. ¡¡Pero seguimos siendo espías!! ¿¿No es genial?? Que se reproduzcan tantas imágenes a veces cansa, hasta anestesia, pero finalmente agiganta nuestra capacidad de digestión visual. Sin dudas tenemos mucha más capacidad de recordar que alguien de otro siglo. Y con esa multiplicación interminable también cambian los relatos. Porque sabemos desde hace mucho que cada imagen, por abstracta que pueda ser, es un relato. ¿¿Podría existir nuestro yo sin relatos?? Por ahí antes los relatos tenían más palabras y de a poco se fueron llenando de imágenes. Así que nuestras formas de espionaje son cada vez más amplias, porque vamos explorando con el ojo tanto palabras como imágenes, aunque las palabras también puedan ser imágenes. Si algún día existiera una falla y se acabara internet ¿¿seríamos menos espías?? ¿¿La humanidad sería menos espía?? Me pregunto si toda esta capacidad de almacenar mentalmente imágenes continuaría genéticamente en las siguientes generaciones o no, se iría perdiendo. ¿¿Las generaciones próximas seguirán ampliando sin parar su capacidad de absorber o serán inmunes a todo?? ¿¿Seremos cada vez más espías o eso se detendrá en algún momento?? Hoy lo podemos ver todo: sabemos como vive la gente, como son sus habitaciones, como las decoran, cómo se visten cada día, todo se puede averiguar porque toda esa información es fácil de obtener. Internet es como una guía telefónica pero multimedial y esto sigue creciendo. Llegará un momento en que si averiguamos el nombre de alguien podremos ver su vida por You Tube.
Es decir, seremos una mezcla de los dioses del Olimpo con James Bond: nuestro ojo se infiltrará por todas partes.
Seremos los espías más perfectos del universo.

viernes, 22 de junio de 2007

Lightmemory

Es sólo una visión, una mirada inolvidable. De una sola vez y para toda nuestra vida. Es ese momento en el que siglos de pintura se aparecen en nuestra retina e invaden nuestra memoria y nos transforman para siempre. Es esa imagen profunda, que con sus sabios tentáculos invade nuestra sensibilidad y la expande.
Es la luz de la memoria visual. María Lightowler lo consigue, es increíble. Sus fotos-cuadros o cuadros-fotos captan esos momentos de visualidad que son los más altos de nuestros recuerdos. No conozco a nadie que haya visto estas imágenes que ahora les propongo y que no le hayan disparado momentos de su vida. Y es que nuestra memoria está construida con momentos de luz, con luz en expansión. Fue Jim Morrison quien dijo: el ojo es luz en reposo. Yo creo que el ojo es luz contenida, condensada. Pocas veces nos detenemos a pensar en la maravilla que es el ojo, qué máquina impresionante, que tecnología más refinada. Y cómo afecta nuestros estados anímicos.
Es un lugar común decir que vivimos en un mundo atosigado de imágenes. Demasiadas imágenes, todo el tiempo. Poco nos llaman la atención. Hay veces que creemos haberlas visto todas y que lo que sigue no son más que variaciones unas de otras, hacia el futuro o el pasado. Pero de repente nos encontramos con imágenes como estas obras de María. Y remueven recuerdos. No sé por qué, no tengo ni idea dónde pueden estar los paisajes que inspiraron estas obras, pero a mi me recuerdan a Trelew e Ingeniero White. Recuerdo una mañana de invierno hace siete años, cuando fuimos con Teté a caminar por el puerto de Ingeniero White y escuché por primera vez la palabra “glosa”. No me acuerdo de qué hablábamos, pero en el puerto, ese día a la mañana, Teté se puso a hablar de los glosadores renacentistas, de gente que copiaba textos antes de que se inventara la imprenta y algo me sucedió. Y esa luz se alojó en mí para siempre.
Trelew, también. Una ciudad alucinante. Estábamos con Marcela, quien me contaba sus ausencias y de repente aparecen fijados en mi recuerdo esa hilera de autos en la puerta del edificio. Marcela me hablaba del poder de las ausencias, de un chico que no la llamaba y de quien estaba muy pendiente. Dos episodios simétricos que tenía parcialmente olvidados. Y cuando me encuentro con la luz de las obras de María regresan, nítidos y potentes.
¿¿Será esto una suerte de apropiación por las reservas memoriosas de la experiencia?? Creo más bien que es otro tipo de experiencia: un fondo de las imágenes que va más allá de la voluntad del artista. Ahí donde el artista se expande porque su obra dice muchas cosas que él jamás había pensado.
Qué genial cuando sucede eso.
Que genia María.

jueves, 21 de junio de 2007

Un iPod de la realidad

Tenemos millones de imágenes en la cabeza. Todo el tiempo nos están invadiendo y cada vez será más torrencial. Nuestro inconsciente es un gigantesco depósito de imágenes, muchísimas de ellas inclasificadas, amontonadas, mezcladas. Algo parecido pasa con nuestra memoria auditiva. Somos un iPod: tenemos en nuestra cabeza miles de canciones. Cuando las escuchamos en nuestro iPod en realidad es porque las queremos recordar con más precisión. Hoy una canción es una enorme sumatoria y reelaboración de canciones que ya escuchamos. Una buena banda pop es aquella de la cual sus melodías nos suenas familiares, cercanas, y a la vez estamos seguros de jamás haberlas escuchado. Un compositor pop construye sus emociones y sentimientos con lo aprendido en tantas canciones pop de todas las épocas. Con las imágenes pasa lo mismo. Un buen artista pop reelabora y construye sus imágenes con todo el arsenal de cultura visual que tiene a su disposición. Porque cultura visual es eso: saber componer con todo lo que tenemos a nuestro alcance. Las obras de Mercedes Fergnani son así: como una equilibrada canción pop. Nos parece conocerlas de toda la vida. Exhiben su fórmula con descaro y en esto son maravillosas. Alguien que se siente Elvis Presley. Un gato chino de la suerte gigante. Alguien que colecciona muñecas como si fueran talismanes y sufre de insomnio. El arte de un artista pop es volver a recomponer los elementos que ya conocemos y realizar con ellos un rescate emotivo. Mercedes encuentra una nueva economía para cada una de estas imágenes. Además decide pintarlas. En este sentido es una artista clásica como clásico debe ser un compositor pop. Es como si se ajustara a los tres minutos y medio de una canción estándar. Como si eligiera la formación de base de batería, bajo, teclado, guitarra. Con una voz principal y coros ocasionales, introducción, estribillo y variación con solo de guitarra. Agradecemos su familiaridad, esa sensación de haber convivido siempre con estas imágenes aunque en realidad sean toda sorpresa. La cotidianeidad de Mercedes es nuestra contemporaneidad. Sabemos que vive en nuestro mismo tiempo, que ve lo que nosotros vemos, que se deja invadir por lo mismo que nosotros dejamos de invadirnos. Mercedes es una de nosotros aunque no la conozcamos personalmente. Nos llega. Sus imágenes son parte de nuestra vida. O al revés: sin dudas su vida es parte de las imágenes que nos rodean y con las que dialogamos en todo momento. Pienso en Cándido López, un pintor que fue cronista de guerras. Cuando los historiadores quieren estudiar esas guerras se dirigen a sus pinturas. Cuando en el futuro, los antropólogos quieran estudiar la nuestra irán a las pinturas de Mercedes. Nuestra sensibilidad está en ellas.

miércoles, 20 de junio de 2007

Rediseñando la persona que querés ser

Es inquietante saber que máscara y persona son dos palabras que tienen la misma raíz latina. Leímos infinidad de veces que las máscaras no disimulan la identidad, sino que la realzan, posibilitan otros aspectos nuestros. En realidad podríamos pensar a las máscaras como parte de nuestro guardarropa. Estaría rebueno que además de elegir que remera o pollera o zapatillas elegimos para el día también eligiéramos, cada tanto, una máscara como atributo de nuestra personalidad. La ropa habla de quienes somos, si sumamos la máscara a nuestra indumentaria y la volvemos cotidiana, todo en nuestra vida cambiaría. Sumar un elemento más a nuestro ritual: la ropa nos protege contra el clima. Una buena máscara también, contra los climas psíquicos. Cuando no estamos con ganas de que se vean nuestras ojeras o nuestro rictus de engripados una máscara solucionaría todo. No sé si es eso en lo que piensa un artista tan versátil e interesante como Hernán Balzarotti. Su obra es una pura deriva: con igual maestría pasa de el dibujo a la pintura y de estos a la fotografía. Podríamos decir que sus obras son máscaras de su mundo, ya que dan cuenta de una mirada atenta y minuciosa. Con internet las máscaras, como todo, se volvieron más virtuales. Un nickname es una suerte de máscara, pero al faltarle la corporalidad algo cambia radicalmente: la máscara es la culminación de un cuerpo. La cara de una persona casi siempre es lo primero que vemos; si cambiamos esto por una máscara, esta viene a ser un soporte de cara, otra cosa. Lo cierto es que una máscara jamás es un anónimo: en la elección de los colores, de las formas, de su representación. Pienso en los carnavales venecianos, en todos esos trajes maravillosos, en ese momento de representación de diferentes papeles. Porque una máscara siempre da cuenta de la elección de un destino, de un rol. Con la máscara elegís quien querés ser, hay una expresión muy fuerte de deseo.
En el gremio de los superhéroes hay muchísimos enmascarados y encapotados, de todos los colores y credos. La máscara tiene eso: nos remite a leyendas de distintas épocas y lugares. La máscara protege, resguarda, genera misterio.
En un mundo donde todos usáramos máscaras ésta dejaría de ser excepcional, nadie desconfiaría de un enmascarado.
La obra de Hernán nos abre este interrogante.
Por ahí todos tenemos una máscara puesta y no terminamos de darnos cuenta.

martes, 19 de junio de 2007

La vegetación de tus ojos

La naturaleza también está en nuestra imaginación. Quiero decir, es imposible disociar lo natural de la formas en que nos imaginamos lo natural. Los chicos y chicas de la edad de las cavernas sin dudas no pensaban en lo natural, ya que para ellos todo era natural. Ahora lo curioso es que lo artificial nace como copia de lo natural o de una idea de lo natural. Hay pocas cosas más artificiales que el art nouveau y sin embargo todo este estilo está plagado de formas naturales, de plantas, de hojas, de vegetación que crece e inunda el espacio.
De las artistas que trabajan con plantas la que más me alucina es Eliana Heredia. Eliana nació en Brasil pero desde chiquita vive en Argentina. Pienso ahora en la obra de un novelista como Ishiguro, autor de esa novela increíble que se titula “El artista del mundo flotante”. Ishiguro nació en Japón, pero sus padres se mudaron a Inglaterra cuando era muy chico y él nació con una idea imaginaria del Japón. Posiblemente con Eliana suceda algo parecido. Nosotros pensamos en Brasil como un lugar donde la naturaleza nos asalta, donde lo vegetal arremete continuamente y eso es la costumbre. Pienso en Brasil y no puedo dejar de pensar en el Amazonas y todas las zonas que permanecen sin explorar. La obra de Eliana se mete con las formas fascinantes de lo vegetal, con ese crecimiento anárquico y constante, con esa fuerza que nos condiciona perceptivamente. Aclaro que no conozco ni Brasil ni menos aún el Amazonas, por lo cual toda la imagen que tengo de esto viene de libros y películas. Es una vegetación mental. La de Eliana también lo es, pero ella la extrae de este remolino de ideas y visiones y las expande en una sala. Su vegetación es una metáfora al mismo tiempo que es pura materia. Es a la vez lienzo tridimensional, representación y símbolo. Porque vegetales son nuestros pensamientos que crecen como selvas, nuestros sentimientos que no poseen límites, nuestro cuerpo que está siempre en movimiento aunque estemos inmóviles. Un libro es una selva de palabras, una selva es un muestrario de colores y de formas.
Hoy me desperté sintiéndome una selva.
Ayer sintiéndome una enredadera.
Jamás estuve más cerca de la obra de Eliana
.

lunes, 18 de junio de 2007

Tu mundo dentro del mundo

¿¿Dónde empieza tu mundo, donde termina?? Está el mundo, ese que vemos ni bien nos despertamos, ese del cual nos hablan los diarios y los noticieros y las ciencias. Y después está esa porción de mundo que elegimos para nosotros, que nosotros modificamos con nuestra imaginación cotidiana, en complicidad con nuestros amigos y nosotros mismos. Es un poco como en “Criaturas celestiales”, la película de Peter Jackson, donde las chicas reinventan su mundo dentro del mundo para hacerlo más agradable. Lo que nos dice la película es que los mundos de fantasía pueden ser muy peligrosos, pueden desencadenar tormentas. Y que las fantasías siempre producen efectos en nuestro mundo inmediato.
Pero volvamos al mundo fantástico. Un mundo donde también caben las pesadillas, como en “El Laberinto del Fauno”, una película tremenda donde la protagonista, Ofelia, superpone su mundo de fantasías al real. Todo transcurre en los tiempos de la guerra civil española, donde los partidarios del régimen autoritario tienen cercados a los revolucionarios. Y la pobre Ofelia introduce todo el horror de la guerra a su mundo de fantasía, en la cual un fauno enorme la guía y asiste en muchas pruebas muy difíciles que se entremezclan con el espanto de lo que sucede. Es una película muy violenta y esta violencia se entromete en lo que debería ser un refugio. Lo que digo es cómo vivir tu flash dentro del mundo, como cambiarle los códigos, como transformar significado de las cosas. Las pinturas de Jazmín López tienen la particularidad inversa: traen imágenes que al principio parecen totalmente reales, del mundo del que hablan los diarios y noticieros y poco a poco se infiltran en nuestro mundo fantástico. Tengo una amiga que sueña todo el tiempo con cosas absolutamente cotidianas, sus sueños no tienen nada de fantástico, de sobrenatural o hermético. Julia (así se llama mi amiga) sueña que toma café con leche, que se compra una cartera, que charla conmigo por teléfono, que mira la tele. Me dice que su vida cotidiana es mucho más rara que sus sueños. A mí siempre me fascinó eso, esa sensación que ahora encuentro en los cuadros de Jazmín. Los sueños se han vuelto en apariencia apacibles, aunque no sea del todo así, y la vigilia es un mar de confusiones. No estamos frente a la durmiente que se hunde en su mundo de fantasías para huir de lo temible y traumático de este lado del espejo, sino al revés, como que tu second life es el aquí y ahora y el allí, el otro lado del espejo es la vida real, ahí donde te levantás todos los días y caminás por la calle, y vas al kiosco a comprar pastillas. Este viaje es el que me transmiten las pinturas de Jazmín: un viaje al más acá, a un realmente fabuloso más acá.

domingo, 17 de junio de 2007

Otro desafío que termina en obligación

La mirada del artista es fundamental...para entender la mirada que ese artista genera. Toda mirada está cargada de intereses: no existe una mirada que no transmita ninguna dirección de interés. Sigo con atención cómo el suplemento Radar de Página 12 convoca a artistas jóvenes para que describan a artistas mayores o a espectáculos del arte local. Y cuanto más leo ¡¡más extraño a María Gainza!! Un artista escribe como artista, lo cual es inevitable y hasta puede llegar a ser encantador, pero salvo en escasísimas ocasiones notamos esa familiaridad extrañada de su prosa, que luego de varios párrafos se vuelve un poco agotadora. Posiblemente los demás artistas no adviertan esto (seguramente menos lo entenderán los que no estén familiarizados con la escritura y la lectura de una manera intensa). Leí la nota de hoy de Carlos Huffmann y me aburrí al primer párrafo ¡¡y eso que adoro la obra de Carlos, sobre la que escribí en uno de los primeros post de este blog!! El texto está bueno si queremos acercarnos a Carlos y su obra, pero no me parece una buena idea si queremos abordar la obra de Marcaccio. No llegué jamás a Fabián Marcaccio y su obra sobre el rapto, pero sin embargo aprendí mucho de Carlos, de su sensibilidad y su mirada. Mi impresión es que Radar duplica la intención de esa página que se llama FAN y en la que los artistas dan su versión sobre una elección íntima realizada con una obra que les sea particularmente importante a sus afectos y elecciones. La diferencia es que en esta última es interesante ver cómo se construyen lazos emotivos profundos, mientras en estas centrales que resultan fallidas (ya había pasado lo mismo cuando llamaron a Leo Estol) lo que advertimos enseguida es la dimensión de un desafío que termina en obligación: algo que se hace con fatiga, en la que el artista trata de salir del paso como puede.
Otra buena oportunidad desperdiciada.

sábado, 16 de junio de 2007

Dueñas de todas las épocas

Es muy común que un artista, sobre todo cuando está empezando en lo suyo, quiera singularizarse, mostrar su diferencia, su ser único. No importa si escribe poemas, hace dibujos o filma con una súper-cámara. Se rompe la cabeza pensando de qué forma va a sorprender, cómo lo van a identificar, busca con locura qué imagen es tan suya para que enseguida se pueda señalar una diferencia. ¿¿Cuál debe ser mi estilo?? se repite una y otra vez. Es difícil porque todo le parece hecho, como si alguien antes hubiera pasado por lo mismo y ya lo hubiera realizado. Es muy habitual encontrar a un amigo que te pregunta: “¿¿no sabés si alguien ya hizo tal o cual cosa?? Porque se me ocurrió una idea genial, que súper va conmigo pero tengo miedo de que alguien ya haya hecho algo parecido”. El artista joven es una novedad y lo cierto es que la novedad debe ser realmente nueva por definición. El artista joven debe redefinir la novedad para que lo suyo sea considerado como tal y por lo tanto intenta por todos los medios inventar algo que lo defina con la sola mirada.
Incluso artistas que buscan en los modos del pasado, en el mundo clásico de la historia del arte: Nahuel Vecino, Lula Mari, Max Gómez Canle, Florencia Rodríguez Giles, son decenas los que toman un material que pertenece a otra época y momentos y se lo apropia, le pone su toque mágico y personal.
Pero ahora quiero hablar de alguien de quien ya hablé en otra oportunidad y tomó un camino absolutamente inverso. Me refiero a la excepcional serie Flores de Noemí Aira.
Noemí encontró lo más simple, inmediato, aquello que ya casi no puede codificarse: fotografió flores. Muchas flores.
De Fanin-Latour a Warhol, de Fortunato Lacamera a Berni, miles de artistas en todo el planeta se fascinaron con las flores. Las flores son todo y nada, tienen todas las épocas, son la representación más acabada y previsible de lo bello, del amor, de la pasión, de lo natural, del artificio; fueron emblemas poderosísimos, del art nouveau al hippismo ¡¡el flower power!! Y son sólo y nada más y nada menos que eso: flores. ¿¿A quién no le gustan las flores?? Una de las sensaciones más inolvidables que tuve en mi vida fue cuando un chico, que encima no me gustaba mucho, me regaló flores ¡¡caí rendida!! Durante años ese romanticismo me había parecido algo espantoso, y de repente con un acto tan elemental, bobo y contundente me sacudió salvajemente. Hubo algo ritual, algo que venía del fondo de quien sabe qué tiempos, pero me encantó. Lo pienso ahora y me parece una estupidez, pero no puedo dejar de agradecer esa sensación.
Las flores de Noemí Aira tienen eso: son tan bellas, tan previsiblemente y convencionalmente bellas que nos conmueven.
Siempre pensé que lo que yo elegía, eso que me hacía yo, finalmente tenía que chocar con el gusto de papá y mamá. Cuando ellos se asustaban con mis gustos, pretendía saber en lo más profundo de mí que iba por el buen camino. Y aún es algo que me mueve y que afirmo. Pero ¡¡cómo iba a perderme estas flores!! Son tan inofensivas, no nos proponen ningún riesgo, ningún cruzar la norma, ninguna novedad ¡¡y sin embargo nos hipnotizan!!
Son tan potentes, tanto.
¿¿Qué más decirles??

viernes, 15 de junio de 2007

Cuando la cámara es la chica y al revés ¿¿vos qué ves??

Como dice la canción ¿¿qué ves?? ¿¿qué ves cuándo me ves??
Bueno, esa canción no me gusta mucho pero ese estribillo me deja pensando. ¿¿Qué ven los demás cuando nos ven?? Y no hablo de nuestros amigos o familiares sino de toda la gran cantidad de desconocidos con los que nos cruzamos en la calle y de los que jamás sabremos nada, ni como piensan ni como viven ni nada. En la forma de ver está todo lo que sos, porque vemos con nuestros prejuicios, con lo que sabemos que sabemos y con lo que no tenemos idea que sabemos, con lo que amamos y odiamos, todo está en nuestra mirada. Mariana Maggio es fotógrafa y autora de imágenes tan lindas como las que vemos.
La semana pasada estuve en el barrio chino, en Arribeños y pensaba ¿¿qué pensará de mi esta gente, cómo me verán??
Las fotografías de Mariana parecen neutras aunque jamás lo son. Simplemente propone algo para mirar: una situación de tristeza, una nuca, un paisaje, un grupo de chicas. En esas fotos sin dudas está Mariana, ya que es su mirada, pero lo que tienen de peculiar es que no la adivino, no sé quién puede llegar a ser Mariana cuando miro sus fotos y eso me encanta. Es todo lo contrario de fotógrafos tan distintos como Marcos López o Karin Idelson o Flavia Da Rin o Rosana Schoijett: vemos una foto de ellos y enseguida nos surgen pistas sobre cómo pueden ser los que están detrás de la cámara. Mariana, al contrario, se funde con la cámara. Es como si por un momento cámara y Mariana fueran una misma y única cosa, un ojo gigante y preciso que mira.
Hay artistas que borran sus huellas, su biografía de la obra, pero nosotros vemos eso, vemos algo que está borrado, vemos las pequeñas marcas de eso biográfico que fue escondido. Mariana no hace nada parecido: ella no esconde, todo lo contrario, es como si su biografía se pusiera entre paréntesis cuando saca una fotografía. Hay artistas que no quieren que su yo interfiera, buscando de este modo un tipo de naturalidad en la que el estilo lo haga todo por ser neutro, por no pesar. Mariana lleva su ego por fuera de la imagen, lo guarda para sí, se lo reserva. Esto es todo lo contrario de preservar el yo de los artistas de los 90: artistas como Pombo te mostraban su Yo y te decían “tengo que proteger a mi almita, tengo que cuidarme, ahí está mi mundo”. Mariana apuesta todo a la imagen, a invisibilizarse, a omitir el estilo, a dejar que el detalle de su fotografía te cautive y te olvides de ella.
La paradoja es que no la olvidamos.

jueves, 14 de junio de 2007

Un uso mujer para la historia del arte ¡¡todas somos heroínas anónimas!!

Cuando la periodista le preguntaba qué se sentía al saber que millones de chicas de todo el mundo se sentían identificadas con ella, Liv Tyler le contestó: “No se sienten identificadas conmigo, sino que quieren ser la princesa elfa Arwen, del mismo modo que cuando yo era chica soñaba y jugaba a ser la princesa Leia Skywalker y no Carrie Fisher”.
Y es que todas quisimos y jugamos a ser Asuka Langley, la Mujer Maravilla, las Sailor Moon o Storm, de los X-Men. Pero sí es raro que una chica juegue a mimentizarse con las mujeres que fueron dejando sus huellas en las miles de imágenes que conforman la historia del arte, como Judit (que decapitó a Holofernes) o Salomé (que bailó para Herodes Antipas), o la flotante Ofelia (¡¡siempre haciendo la plancha!!) o la pasional y siempre sensual María Magdalena, o las siempre intensísimas Narcisa o Eva.
En cada una de ellas se mezcla el arquetipo con las virtudes y vicisitudes de la mujer común, con las vueltas del destino. Pero hay algo que no puedo dejar de pensar y es en las miles de heroínas anónimas que posaron para ser inmortalizadas en tantas telas y esculturas. Miles de chicas que enamoraron los ojos de artistas que a su vez las elevaron a la categoría de mitos sin dejar de ser ellas.
Lula Mari es una pintora increíble, buenísima, que vuelve una y otra vez a ponerse en sintonía con estas heroínas desdobladas en grandes mitologías, del mismo modo que todas nos identificamos en algún momento con Dana Sterling de Robotech. Lula investiga ahí, en qué significa históricamente ser mujer, en cada pliegue de emoción, en cada técnica de construcción pictórica del personaje, en la captación de torrentes de historias y sensaciones encontradas que se arremolinan sobre cada una de estas protagonistas tantas veces secretas.
Porque hay muchas formas de ser Ofelia, tantas como tantas existieron a lo largo de los siglos, habitando lienzos y lienzos y lienzos. Y así sucede con cada uno de los personajes que tuvieron que aprender a convivir con situaciones terribles, a disponer su cuerpo para semejante aventura.
Disponer el cuerpo y la mente, cada gesto, cada músculo, cada mirada es repensar cómo fue pensada la vida culturalmente, qué significó ser mujer en cada época. Porque existen formas y formas de afrontar el destino, de modelarlo, de hacerle frente y proponerle un estilo de réplica. Todo estilo es a la vez luminoso y trágico, porque se compone de esa guerra interminable contra lo impuesto, con el deber al que nos arroja el mandato social.
Lula Mari es una exploradora de los misterios de la forma que los siglos han mantenido en resguardo, como sabiduría y memoria del destino.

miércoles, 13 de junio de 2007

Collage y Virginal

Hay un famoso libro de teoría arquitectónica que se titula “Aprendiendo de todas las cosas” (cuyos autores son Robert Venturi y Dense Scott; creo que son o fueron un matrimonio). Ese título me parece superior y sin dudas es una definición ajustadísima de lo que entiendo como arte contemporáneo: un canal para aprender de todo. Si Fer Laguna llamó a una de sus mejores exhibiciones “Todo tiene que ver con todo”, siguiendo un dicho atribuido al locutor Pancho Ibañez (que es re-parecido a mi tío Juan), esa noción de totalidad es la que el arte está llamado a desentrañar, entrometiéndose con absolutamente todo. El arte no es todo ni todo es arte, pero el arte se conecta con todo, absolutamente todo.
Si ustedes leen las preguntas que Diana Aisenberg enumera en blog verán que se conectan con todo lo existente y posible. El arte hace posible, nos hace recorrer caminos super diversos, precisamente aprender de todas las cosas.
Aprender a tomar contacto, descubrir en el ver.
Lucas Mileo Moss es un artista supertalentoso que inventa vírgenes construidas a partir de fragmentos de muchísimas imágenes. Más allá del tema propiamente religioso, me quedé pensando en la idea de que todos estamos conformados con millones de imágenes, y en este sentido el arte de Lucas funciona como el de los fotologs sobre los que me referí estos últimos días.
Bernice, por ejemplo, recolecta imágenes de todos lados, como Luluj. Lo mismo hace Lucas, pero las ordena de otra forma, les da una cronología que ya no es la de un almanaque sino que se suma al cuerpo, articulándolo de manera original.
Me gusta creer que en algún momento existirá una máquina, una especie de gran ecografía que nos lea todas las imágenes que fuimos sumando a lo que somos durante años y años. Me gusta que se vea el recorte, que las partes no se ajusten bien del todo, sino que simplemente soporten su vecindad. Sin dudas seríamos mejores si conviviéramos todo el tiempo con lo diverso, con todas las cosas.
De cada una de las imágenes que nos hacen podemos aprender. Volviendo a Fer, a mí me encantó la muestra que curó en el Malba porque estaba pensada como un juego de mamushkas: la primera gran Mamushka era el plano de Kuitca llevado a la tridimensión, y a partir de ahí cada artista iba desarrollando una interrelación con los demás. Era muy divertido ver a Vicente Grondona muy elegante con anteojos negros en el divertido video de Ruy Krigier, haciendo de coleccionista.
Las imágenes de Lucas son muy potentes, y muchas de los recortes digitales que la componen batallan y discuten entre sí. Es como si tu cabeza guerreara con tus brazos y estos con tu cadera. Es muy genial pensarnos no ya como una unidad, como un cuerpo sin divisiones sino como muchas partes ajustadas y en prueba, sectores anatómicos que tenemos que aprender a articular.
De la misma forma o parecida que hacemos con el universo que nos rodea.

martes, 12 de junio de 2007

Amores Nunca Unplugged

Sigo copada con los flogs. El de Luluj se llama “Tengo más fama que vida”. ¿¿Quién es Luluj?? No tengo idea. Ni siquiera sé qué significa la frase que titula su álbum virtual y cronológico de fotos ¿¿es tan joven y tan famosa que la vida le queda chica?? ¿¿Su vida tiene un plazo?? Es muy curioso. Los flogs explican poco y a la vez lo dicen todo. Sigo con lo mismo: la comunidad virtual es otra cosa, establecemos otro tipo de lazos muchas veces más intensos que en la vida inmediata (aunque no hay nada más real e inmediato que internet). Es como comunicarse en sueños. Todas mis amigas, en algún momento, tuvieron romances muy poderosos por internet, por el Messenger o por mail, con chicos y chicas a los que no conocían personalmente, personas que les cambiaban el humor y le transformaban la vida. El tráfico de imágenes en la web es gigantesco y determina tanto nuestra fama como nuestra vida. Tenemos una vida web que no es la misma que nuestra vida unplugged o no lo es del todo. Tenemos una fama web que no es la misma que en nuestra vida real. Todo el tiempo me pasa que alguien cercano dice: “conocí a tal o cual, a quien conocía por su fotolog pero no personalmente”. Muchas veces la gente es más interesante en internet. Creamos un tipo de subjetividad diferente al estar en la web y eso está rebueno. No creo ser muy distinta adentro y afuera del universo virtual, pero es cierto que en la pantalla me permito ciertas libertades que no me permito fuera de ella. Para los tímidos internet es una alternativa impostergable. Un fotolog es la telenovela de nuestras vidas en una selección digital. Todo el tiempo estamos pensando nuestra vida en imágenes. La obra de arte no es otra cosa: pensar la propia vida en imágenes. Los flogs actúan en la misma dirección. Somos quien elegimos ser cuando seleccionamos las imágenes que habla de nosotros, cuando proponemos las frases que rodean nuestras vidas. Hay quienes hacen fotologs para sus amigos, que suelen ser los más aburridos. Pero también están quienes los hacen no pensando en nadie en particular, y en estos casos el arte está a la vuelta de la esquina. Creá tu propio fotolog: reinventá tu vida sin dejar de ser vos misma.

lunes, 11 de junio de 2007

En busca del desorden perfecto ¡¡por más “desórdenes de autor”!!

No lo sé, pero posiblemente así como Proust buscó intensamente un orden afectivo para su memoria, nosotros estemos buscando un desorden luminoso (gracias por la expresión ¡¡me encantó!!) que traduzca cada vez más exactamente nuestra sensibilidad.
Es una revancha a nuestros padres. Durante años, toda la secundaria, se metían en nuestras habitaciones y nos decían “esto es un desastre ¡¡ordená todo de una vez!!”. Ahora no sólo podemos llevar nuestros desórdenes a una galería o espacio de arte sino que también podemos incrementarlos, llevarlos a un extremo.
¿¿No es genial que nuestros desórdenes generen sentidos, miradas, afectos diversos?? Cippo me escribió días atrás que estamos llamados generacionalmente a perfeccionar el desorden, a volverlo un “desorden de autor”, así como los directores de cine de los cincuentas de la Nouvelle Vague hablaban de “cine de autor”. Me decía que todavía no existe demasiada cultura del desorden y estoy de acuerdo en un 100%. Se repite mucho el mismo ejemplo lingüístico de que los esquimales tienen muchísimas palabras para designar el blanco y nosotros unas pocas. De la misma forma tenemos muy pocas herramientas para afrontar el desorden, otras disposiciones de objetos, nuevas relaciones. Se trata de algo diferente a la representación y a la narratividad. Por ejemplo, me encantó la instalación de Nicolás Mastracchio en Appetite pero su creación de un personaje fantasmático, ese muestrario de objetos en la cronología de un personaje me parece que le resta puntos. Prefiero mil veces perderme en esa selva doméstica de objetos como si fuera una nueva Darwin, ya que cada objeto se resignifica en la propuesta de un nuevo desorden.
Si pensamos en la generación de artistas que son identificados como “del Rojas” o de los 90, vemos inmediatamente la diferencia que el escotoma galáctico de Lebenglik está lejísimo de advertir; los artistas de la década pasada buscaron grandes zonas de orden y belleza en materiales no habituales (de las cajas de Cepita de Pombo a las palanganas de Schilliro) mientras que los artistas de ésta década avanzaron en dirección contraria. Ahí donde los rojenses volvieron a refundar la pintura o la escultura (Pombo y Harte, siguiendo a Pablo Suárez), Siquier (siguiendo a Raúl Lozza) o Laren siguiéndose a sí mismo, los artistas del 2000 construyen ambientes, se zafan de los formatos habituales y proyectan sus mundos privados con despliegues mucho mayores y otro uso de la tecnología.
Los 90 tuvieron un tipo de espectador muy diferente al de ésta década, lo mismo que los 80. En los 80 y 90 no existía nada parecido a Belleza & Felicidad o Appetite y menos aún a Fernanda Laguna o Daniela Luna, dos ídolas totales que señalaron caminos antes inéditos. Ellas son algo así como las Madrinas del Desorden, de esta nueva sensibilidad que nos conecta más con un planeta que ya nada tiene que ver con aquel de nuestros años de adolescencia.

domingo, 10 de junio de 2007

La historia de tu sensibilidad en unas pocas imágenes

Vos las pintás, las dibujás, las capturás con una foto, las esculpís, las recortás de una revista, las bajás de internet, las grabás de la tele, no importa: vas rodeándote de imágenes que sabés que te pertenecen ni bien las ves. Sabés que por alguna razón necesitás tener esas imágenes cerca y compartirlas con los demás. Después las ves todas juntas y sabés que esas imágenes que fuiste recolectando de aquí y allá arman una trama que se parece en algo a tus sueños. Que son parte de tu biografía. Imágenes que no hace falta explicar aunque te la pasás hablando de ellas con tus amigos que te preguntan una y otra vez por qué elegiste tal o cual, qué es lo que te llama la atención de ellas, o te dan explicaciones de lo más raras sobre tu elección. Los fotologs o bien son autobiográficos y narcisistas, una forma de exponer tu vida a los demás y que los demás te den participación en la tuya ¡¡vas eligiendo a tus amigos y conociéndolos por sus imágenes!! O por ahí te sirven para mostrar tu obra, hagas lo que hagas, sea un dibujo escaneado o una performance, o posiblemente sean esas imágenes que simplemente te encuentran en algún momento y forman inmediatamente parte de tu álbum personal, de tus locas visiones del mundo. En ese sentido, hay flogs que son muy estimulantes, como el de Bernice, de donde provienen las fotos que ilustran este posteo. Es un viaje increíble. No conozco a Bernice personalmente, pero disfrutando de su selección, sorprendiéndome con sus imágenes, es como si la conociera desde hace mucho: cada imagen tiene cautiva una sensibilidad, una forma de ver la vida y el planeta. No necesita explicarme mucho más. Hoy me levanté con ganas de ver una buena muestra sin salir de casa y este tipo de flogs me proporcionan esa posibilidad. Cada imagen capturada me abre caminos y caminos. Hay una canción que pasan por la radio todo el tiempo que dice ”quiero contacto humano”, reclamando un encuentro que no sea a partir de internet, del vínculo de pantallas. Soy de las que creen que desde internet podés conocer muy bien a una persona, incluso cuando no la conozcas personalmente. Establecés un contacto diferente, pero no por eso menos intenso. Como sucede desde hace siglos con el arte: todo lo que sabemos del Bosco, de Leonardo, de Van Gogh o de Andy Warhol lo sabemos primero por las imágenes que de ellos conocemos. El flog resume la historia personal de tu sensibilidad en unas pocas imágenes. Y eso está buenísimo.

sábado, 9 de junio de 2007

¡¡Qué sería de nosotros sin los blogs!!

Abro la revista Ñ de hoy y veo que hay dos notas firmadas por Mercedes Pérez Bergliaffa, además de la columna habitual de Eduardo Villar. Yo les pregunto ¿¿conocen a alguien que lea a Pérez B. o a Villar, más no sea una sola persona?? Yo no. Ni siquiera conozco a alguien que le de curiosidad lo que escriben. Y eso que Ñ es una revista con muchísimos lectores, incluso muchos más de los que imaginamos. Podría ser un espacio genial en el que pasara algo, pero no es así. Son esos espacios muertos que no quedan en la memoria de nadie. Ni siquiera resisten al tan efímero presente.
Las voces están cercanas o lejanas y la mayoría de las veces el contenido no es lo absolutamente fundamental. Podemos hablar de A o de Z, lo importante es cómo generás tu espacio, de que forma incorporás a los demás a ese espacio. Esa voz puede venir de los artistas o de quien sea, no me importa tanto. Se mitifica mucho la voz del artista y es cierto que hay muchos artistas que escriben súper, como Lux Lindner que generó un estilo irrepetible. O Pablo Accinelli que escribe muy bien. Los artistas son interesantes ellos, y su escritura no suele ser interesante en sí sino porque es algo que ellos produjeron. Pero voy a otra cosa: semanalmente se dedica mucho espacio a las artes visuales en los medios masivos, mucho espacio absolutamente desperdiciado, casi la nada misma. Los artistas sólo recomiendan la lectura de una de estas notas cuando aparecen ellos citados, lo cual es comprensible. Pero es muy raro que alguien te recomiende una nota publicada en Ñ. A mí jamás me pasó. Las revistas también están muy aburridas. Últimamente me informo más por blogs que por cualquier otro medio. Es otro tipo de comunicación, más personal y menos oficial. Pero me proporciona perspectivas que ninguna publicación me provee. Los blogs me reciben en ese espacio de voz que siento más cercana. No me importa si compleja o simple, ese es otro tema. Es cierto que hay mucha gente que no lee nada o lee siempre lo mismo. Me refiero a aquellos, con los que me siento identificada, que somos curiosos, que nos gusta descubrir escrituras que nos descoloquen.
Soy de las que piensan que es muy importante incorporar nuevas lecturas, leer mucho, aportar bibliografías.
Me gustan las voces y escrituras singulares, personales, esas que todo el tiempo te sorprenden con una mirada, con un pensamiento inquietante, con un dato raro, con lecturas que no soñábamos. Aquellas que te señalan eso que jamás hubiéramos pensado. La voz escrita de Pérez B. es todo lo contrario, no tiene nada de atractivo, son páginas que siempre paso de largo. ¿¿Vos no??

viernes, 8 de junio de 2007

El infinito libro de las preguntas

Cada vez que visito el Museo Nacional de Bellas Artes me cuelgo mucho tiempo frente a esta increíble obra de Mildred Burton y me encantaría colgarme también en esta otra de Alfredo Guttero, que rara vez exhiben (¿¿está ahora colgada??), pero que me delira en las reproducciones que tengo de ella. Las razones son misteriosas incluso para mí. No es un interés histórico, ni temático, ni está vinculado a cómo fueron realizadas estas pinturas. Simplemente hay algo en esas imágenes que me cautiva, me provoca un estado casi hipnótico. El tríptico de Mildred es demoledor. ¿¿Qué le sucede a esa gente?? ¿¿cuál es su parentesco?? ¿¿cómo fueron sus vidas?? Algo de esos rostros me llama, me deja en suspenso. ¿¿Cuántas emociones deben tener cautivas esos retratos?? A veces pienso que cada espectador les va ofrendando sus relatos mentales, sus pistas, sus suposiciones. Por favor, vayan al museo, véanla. Deténganse en los rictus, en la elección de los colores, en los rarísimos detalles. Con la pintura de Guttero me sucede otro tanto. ¿¿Qué están haciendo esas mujeres?? Trato de adivinar en sus caras elementos que me permitan trazar hipótesis sobre sus vidas. Quiero saberlo todo de ellas. Ellas encarnan el misterio porque sí, el misterio banal y profundo, gratuito e irresoluble. Ese momento en que todas las dudas se arremolinan y son lo que siempre serán, dudas que nos alimentan a lo largo de nuestra existencia. Cuando me paro frente a estas obras el tiempo y los estilos no tienen importancia. No me interesa ni la fecha de su creación, ni la llamada “masa crítica”, ni siquiera el resto de la bibliografía sobre sus autores. Esa imagen me transmite algo que tampoco me interesa entender, menos aún identificarme, sólo perpetuar. A veces me pregunto qué sucedería si en los libros de visitas a un museo los espectadores, en vez de quejarse o limitarse a felicitar, escribieran una breve historia que les sugiera una obra. Ya sé, sería un plomo, a la mayoría de esas narraciones no las terminaríamos de leer. Pienso también ¿¿cuáles de los artistas de esta década quedarán representados en la colección permanente del museo?? Una de las tantas cosas geniales del arte es que nos genera interminables preguntas y nos vamos definiendo según las respuestas que podemos elaborar. Construimos respuestas que no son sino nuevas preguntas disfrazadas. Seguramente los chicos de otras generaciones se preguntaron cosas distintas. Nuestra vida siempre será un ejemplar infinito del libro de las preguntas. Qué bueno que sea el arte el que les da forma.