Hay un mundo muy distinto al nuestro escondido en nuestra percepción inmediata de las cosas. Un instante en el que estamos viendo lo mismo de siempre y de repente acontece un giro y estamos en otro lado, en que acontece un traslado fabuloso en nuestra misma cotidianeidad y el mundo en que habitamos sigue siendo el mismo pero ya no lo sentimos así, sabemos que además es otra cosa.
Es un sentimiento muy profundo y antiguo, en que las formas de la costumbre se arremolinan y ya nada nos parece un refugio, sino una trampa. Ese es el delirio de la inquietud que nos promueven algunas instalaciones que parecen duplicar lo inmediato y en realidad nos señalan lo extraño que puede resultar el ámbito en el que nos movemos. Con la obra de Eduardo Navarro me sucede eso: al contrario de la de un Diego Bianchi, que nos arroja al caos último de las cosas adentrándose más y más allá en una morfología (un formalismo) exquisito en el que no hay desorden sino una nueva disposición, o el de Noelia Yagmourian en el que la geometría parece haber salido de paseo una vez más, Navarro nos parte la cabeza haciéndonos dudar de todo. Y es que cada obra de Navarro para mí convierte mi sensibilidad en la pantalla de Matrix: después de haber sido tocada por su estética, entro a una oficina cualquiera y me pregunto “¿qué clase de decorado es éste? ¿quién me está filmando? ¿es realmente mi vida algo similar a la del Truman Show, aquella película de Peter Weir con Jim Carey?”. Para colmo, la obra a la que me refiero, es decir, su parte en Jardines de Mayo, la megamuestra de Fernanda Laguna donde muchas instalaciones producían un paisaje, se proponía como una pieza más del rompecabezas. Fue muy fuerte para mí, sentí que habían convertido mi cerebro en un scrabble. Tuve que agacharme, entrar a esa habitación, experimentar el vacío que a su vez estaba muy poblado. No sé: hay sensaciones que alimentan mi paranoia de vivir en una ficción. ¿Esto es lo que nos quería transmitir Eduardo? La verdad, no tengo idea, pero igual le estoy muy agradecida. Algo me giró.
jueves, 22 de febrero de 2007
La fina paranoia de un cerebro scrabble
Publicado por Anita en 8:18