La obra de Juliana Iriart posee varias direcciones simultáneas que la vuelven muy interesante e intensa. Por un lado, su constante eclecticismo formal: Juliana pinta, realiza acciones como la de la foto donde la ciudad es parte de su materia contenedora, dibuja, construye objetos como los que presentó con Luciana Lamothe en la primera edición de Periférica y que resultaban súper inquietantes, así como instalaciones donde lo extrictamente formal se hunde en lo misterioso. Y es que Juliana fuerza los dos polos: su obra es exquisitamente formal sin hacer de esto un manierismo y al mismo tiempo es enigmática sin que esto sea una pose, sino todo lo contrario: una forma de poetizar por ausencia los discursos que rodean e invaden cada obra.