Sí, ya lo sé: a veces pensar las décadas como un universo de sentido cerrado sólo confunde las cosas y hasta les quita brillo. Pero en esta oportunidad me sirve, porque me lleva a otros interrogantes: Fernanda Laguna ¿es una artista de los 90 ó del 2000? El tema es curioso, porque yo creo que Fernanda se fue transformando, lo mismo que Belleza y Felicidad, y por esto ella es justamente el nexo entre las dos décadas, a la vez que cataliza mucho de lo más intenso de una y otra. Y esto se debe, seguramente a que Fernanda jamás dejó de apostar, de confiar en su intuición, y abrir más y más puertas mientras otros contemporáneos a sus inicios se cerraban sobre sí mismos como unidades autosuficientes. Porque si hay algo que Fernanda no es, precisamente, es dogmática. Las cosas no le han sido fáciles: Belleza y Felicidad y su propia obra se fueron sobreponiendo y superando momentos muy difíciles, muchos deseos ajenos que la iban tironeando hacia aquí y hacia allá. Hay quienes aún prefieren al extremo candor de la Fernanda de los 90. Otros se identifican más con la Fernanda 2000, la que señaló los caminos tan exitosos de Eloísa Cartonera, de Periférica, de las ediciones independientes, de los espacios de arte multifuncionales, la productora-curadora de muestras apasionantes como Jardines de Mayo y el Contemporáneo del Malba, La performer desaforada, la poeta soñadora, la mamá de Ramón, la galerista que prefiere terminar con una actividad que no la apasiona para volver a inventarse. Fernanda ha sido muchas Fernadas sin dejar de ser ella misma: se la ha tildado de estetizar la pobreza, de naif y de tantas cosas. Sin embargo, ella sigue y sigue y sigue y sigue. Ha cosechado tantos admiradores y seguidores como detractores, pero como dice el lugar común, jamás le fue indiferente a nadie. Por supuesto, soy de las primeras: Belleza y Felicidad es mi secundaria, estará siempre atesorada a la edad de los descubrimientos, al deslumbramiento del arte, del estímulo de poder ser yo misma más allá de los miedos, a arriesgarme a cruzar la frontera, a enamorarme de lo desconocido, a atreverme a escribir, a intentar tocar un instrumento y gritar de placer y dolor hasta reconstruirme, a leer cosas locas, a vencer los prejuicios de todo lo que me fascinaba y molestaba por partes iguales de un arte antes incomprensible y que hoy es mi alimento cotidiano. Fernanda es una parte de todos nosotros. Una parte muy importante. Y lo mejor de todo: es una parte nuestra que aún seguimos descubriendo con fascinación. Fernanda: contamos con vos.