Estoy mirando por la ventana desde hace un rato largo. Súper colgada viendo la lluvia que no cesa, deteniéndome en los muchos grises que dibujan el cielo. Lo obvio sería pensar en Turner. O en Friedrich. O en las maquetas de Gordín. Pero no. Pienso en una representación de la lluvia. Porque la obra que más me gusta de Gastón Pérsico no es Heavy Mental, que es muy buena pero me parece precisamente muy mental, lo mental intentando su momento físico, sino su intervención en Jardines de Mayo, con esos rayos de neón atravesando a las estatuas vivientes. Hay algo sobrecogedor en esa imagen. Ya lo dije en un posteo anterior: me gustó mucho esa muestra, y de todas las instalaciones la única que puedo aislar mentalmente, que puedo recordarla como una unidad autosuficiente es la de Gastón. Es muy dramática. Tiesas personas, mudas, bajo descargas ininterrupidas de neón que caen de lo alto. Me encanta cuando Gastón se entrega a un desborde de los sentidos, aunque lo haga desde un punto-situación de control total: todos los chicos de esa muestra parecían tener todo absolutamente controlado, planificado, por más que lo hayan ido encontrando sobre la marcha. Pero la lluvia de neón de Gastón resguarda una tragedia que la supera. Cuando tenía 3 ó 4 años estuve en Atenas con mi abuela. Poco me acuerdo, pero he vuelto al lugar mentalmente una y otra vez. Y tengo una rara sensación, que no es griega, que por ahí viene de Piranesi, de arquitecturas y estatuas inmóviles, en pura vigilia a lo largo de los siglos y las adversidades climáticas. Sé que las estatuas vivientes dan para la risa, que hay quienes las detestan tanto como a los mimos, que no son cool. Pero a mí algo en ellas me emociona. Algo decadente, no se, no se. Gastón Pérsico dio con esta obra con una fibra que me conmociona, que me conecta con muchas sensaciones y obras clásicas que a su vez también me remiten a esas sensaciones. ¿Será algo que me pasa sólo a mí? Me encantaría saber qué les pasa a ustedes.