Una de las cosas a las que nos invita el arte es a ver todo desde otro ángulo. Voy a decir una obviedad pero no volví a ver jamás igual a una pipa después de conocer la famosísima pintura de Magritte. Cada tanto me cruzo por ahí a algún señor de pipa y automáticamente me pregunto ¿será una pipa? ¿o es un objeto que llamamos así vaya a saber por qué razón? Cuando con Julia delirábamos con las Chicas Voladoras (Julia es mas que un verdadera chica voladora ¡¡es una instructora de vuelo súper copada!!) la imagen que me revoloteó enseguida es la de ese cuadro de Chagall tan hermoso, que reproducido en una lámina mis abuelos tenían pegado en el altillo de su casa y que era un viaje entre nubes cada vez que lo veía, cuando era chiquita. Una amiga poeta me contó que Rimbaud antes de escribir se escondía debajo de los bancos de los trenes para poder ver las cosas como un pequeño animal y que se subía a las azoteas de los edificios altos para intentar aprender cómo veían los pájaros. Por eso me encanta esta foto en la que dos genias como Flavia Da Rin y Diana nos miran de otra forma. Una prima mas grande me enseñó a jugar, a mis diez u once años, al juego del espejo, que consiste en caminar por toda la casa con un espejo apuntando al techo en las manos, y nosotros no podemos mirar hacia delante o los costados sino únicamente al espejo. La sensación es rarísima. Mateo nos contaba ayer que había pensado su suite como un lugar de reunión para jóvenes de otra dimensión y recordando el juego del espejo se me ocurre decir ¡¡nosotros también somos jóvenes de otra dimensión!! Seguramente el arte sea nuestro Google Earth en ese mundo fabuloso que puede ser nuestra fantasía-tsunami.