En algún momento comenzamos a fugarnos. Creemos saber perfectamente de qué nos fugamos, pero una vez que comenzó nuestra acelerada marcha vamos descubriendo más y más razones, mínimos detalles que se nos habían escapado. En otro momento como si fueran las naves Zentraedis que nos pisan los talones, las dudas nos invaden, pero ya nos disparamos en una dirección y el potente envión de la fuga nos propulsa. Ayer hablábamos (para los que llegaron tarde revisen las notas) de las fugas de las incubadoras, pero también de la fuga de algunos lugares instituidos, de las energías que nos retrasan, de nosotros mismos cuando no nos bancamos algunas de nuestras actitudes. Claro, hay muchas formas de fuga: las sigilosas y silenciosas y las tremendamente ruidosas, pero toda fuga resulta fatalmente una fuga hacia delante y hacia el futuro por más que soñemos que estamos viajando a quién sabe qué tiempo. Ahora me desplazo un poco hacia el costado y pienso en la obra de Matías Duville. En su método de enfrentar procedimiento y representación en distintos soportes. Nunca me quedó claro ¿¿se fuga del mismo procedimiento mientras lo deforma, se fuga de la representación, del relato, de los condicionamientos del soporte?? Esas casas eyectadas hacia el cielo ¿¿de qué huyen?? Cada uno de nosotros va construyendo su causa de fuga, va modelando sus propios Zentraedis. Siempre nos escapamos de alguna molestia, de algún malestar, del aburrimiento, de las energías negativas, de lo poco intenso, de lo que nos da miedo. Sé que tengo que empezar a pensar en la relación entre procedimiento y fuga y no quiero hacerlo sola. Ojalá se copen y me ayuden. ¡¡HELP ME!! ¡¡HELP ME, HONEY!!