Reelaborar las geografías. Walter Benjamin escribió que hay que saber perderse en una ciudad como uno se pierde en un bosque. Me enamoré de esa idea. De cruzar el espejo de Alicia y poder ver la ciudad con otros ojos. Los antiguos tenían una forma de entender y relacionarse con las cosas que luego los estudiosos llamaron animismo. Un artista es aquel que sabe darle otra vida a las cosas. Hay muchos relatos sobre el inventor-científico-artista que da vida. Pinocho, pero también su descendiente Astroboy y su tío Frankenstein. Detrás de cada uno de estos personajes existe otro personaje: Gepetto, el Dr. Elephant, el Doctor Víctor Frankenstein, creador de la criatura. Los artistas son alquimistas, transforman los elementos. Así el bosque del arte es también un bosque encantado. El living es la casita del bosque. Y el bosque está lleno de amigos de todas las formas, razas y estados. ¡¡Pero el bosque está rodándonos!! El bosque es el lugar en el que nos perdemos, nos salimos del camino. No es una metáfora: los artistas debemos escapar del camino donde reinan todas las huellas de los que los precedieron. Intentan otros senderos, ahí donde los rastros son totalmente inéditos. El artista es todo lo contrario al baqueano: nunca conoce el camino de antemano. Podemos cambiarle de nombre, decirlo de mil maneras diferentes, pero el arte siempre será la fábula de nuestras vidas. Un relato de intensidades, pérdidas y momentos de todo tipo a los que la memoria organiza como puede. Somos unos perdidos. Y está re bueno.