viernes, 9 de marzo de 2007

Como Giotto, pero infinitamente más joven y linda

26, 167, 2498, 42.032, 755.198, 9.654.287 de realidades simultáneas, cruzadas, independientes, interconectadas, multiplicadas. La realidad es un caótico bazar de imágenes y sensaciones donde todo está en venta y nada se vende, un juego infinito en el que todos ganamos y perdemos, en el que todo se extravía y nunca dejamos de encontrar cosas nuevas, nosotros somos la realidad y también inventamos la realidad aunque ella existe sin nosotros. Y si bien el arte es real no es la realidad aunque interactúa con ella infatigablemente. El arte quiere ser a veces un canal de noticias de la realidad pero ¿de cuál realidad? Porque la realidad que nos devuelven los sentidos se entremezcla con la realidad mental de nuestras fantasías. Mariana López es la pintora cuya obra hoy les presento y me incendia la cabeza, ya que sus imágenes actúan como catarata, de la misma forma en que graficaría la realidad del convulsionado mundo en el que vivimos si tuviera que enfrentarme con lo que siento. Para mí la pregunta no es “¿cuál es la realidad?” sino “¿qué puentes y contactos trazo, como me desplazo de una realidad a otra?”. Ya que no hay una realidad sino muchas y nadie cree que haya una verdadera y una falsa, aunque haya algunas que nos sanan y otras que nos matan. Días atrás discutíamos por la fantasía y los medios en que lo inmediato o actual dialoga con los materiales del arte de nuestros días. Lo cierto es que las pinturas de Mariana son tan rabiosamente actuales como la tecnología más de punta y al mismo tiempo son tan clásicos como un cuadro de Giotto anterior a la perspectiva renacentista. Y son íntimos, como este video que quiero mostrarles y pertenece a mi amiga la siempre inquieta Chica Voladora, y que también es una obra clásica pero por otros medios. Con esto me gustaría continuar lo que venimos hablando pero desde otro lugar: los avances tecnológicos de una época no siempre proveen de los mejores medios para entendernos con esa época. Ya lo sabemos: la que nos salva siempre es la fantasía.