Siempre se te exige una conducta. ¿¿Quién?? Los que necesitan sostenerse. ¿¿Cómo es eso?? Es que elegimos según una función propia, aunque sea tácita, aunque no sea directa y evidente. Elegir a otro (al artista, a su obra) es elegir algo de uno mismo. Es reconocerse en la elección. Nunca se elige contra uno. Y el que diga lo contrario está mintiendo.
Lo que pasa es que a veces ese uno es un uno plural. Es un muchos. Es una pequeña tribu. Entonces la elección está sociabilizada. Le tiene que servir al grupo. La elección es como un mueble, siempre es funcional.
Cuando elijo obras y artistas para escribir estos post también estoy sumándome a una funcionalidad. Y es que modelo mi relación con el mundo, con mi sensibilidad y mis formas de comprensión en cada una de mis elecciones. Pero eso a veces no se entiende. Porque cada nueva elección que hacés, es funcional para una pequeña tribu y no para otra. Entonces resurgen los problemas del caciquerío. ¿¿Por qué elegiste esta vez a fulanito que no pertenece a nuestra tribu y si a aquella otra?? Cuando hacés una elección por fuera de la pequeña tribu comienzan las desconfianzas. Y eso no es sólo inevitable, sino que hasta está bueno.
No sólo tenemos que ver el bosque, sino también el valle. Y hasta por ahí bosque y valle compartan muchas mas cosas de las que les gustaría reconocer.
A Leandro Tartaglia, sobre quien estoy ahora escribiendo, le debo la contestación de un mail de hace mil años. En realidad no es al único al que le debo respuestas. Perdí el ritmo de contestar mails y mails. A fin de año siempre me pasa.
Las obras de Leandro se construyen siempre con otro sentido y otra percepción. Y eso es lo que mas me gusta. Hay que explorar todo el tiempo otros modos de ser consecuentes por fuera de la repetición.
El ojo está ahí, como siempre. Pero no necesariamente tiene que ser un monarca inflexible. Lo mismo que los sentidos (no los cinco sentidos, sino esa cuota de significados).
A veces es como una competencia. El ojo que todo lo ve tiene adversarios. Ahí están los oídos para diseñarle un paisaje tan rico o más. O el tacto. O la máquina ampliada de todos los sentidos juntos.
Huxley siguió a William Blake cuando pidió que abriéramos las puertas de nuestra percepción. El arte puede ser una droga poderosísima.
Más poderosa que cualquier clan.
Los sentidos actúan todos juntos, pero es maravilloso cuando lo hacen como una pequeña tribu que se dispersa. El olfato allá, el tacto por aquí, lo audible por más allá.
Me gusta eso, la desbandada.
Hay que saber desbandarse.
Y que eso no constituya una falta de intensidad.
Sino más bien todo lo contrario.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
La elección es como un mueble
Publicado por Anita en 1:35