Todos, cada uno de nosotros, está conformado en el intercambio con los demás. Aprendemos de nuestros compañeros, amigos, de la gente con los que compartimos intereses. Hay una información que está en el aire y es precisamente nuestra experiencia la que la vuelve única. Cada obra que hacemos se determina en un conjunto de decisiones que tomamos sobre esta información que nos rodea. Este es el punto: cada obra que hacemos tiene una información única. Una información afectiva, psíquica, formal, cultural. Y es una información que está protegida.
En los sesentas se creía que esa información podía manipularse de muchas formas. Hoy sabemos que la información la compartimos y la cuidamos.
Días atrás, en un post, escribí sobre los munditos del arte, sobre la elite. Y es que cada uno de esos munditos o elites cuida una información. La hace circular con afecto entre un grupo de artistas que finalmente la usa.
Esa información circula en el boca a boca, en los libros que nos prestamos, en las muestras que vemos juntos, en las recomendaciones que nos hacemos, en los blogs que leemos, en los pensamientos que escribimos juntos.
Hay tanta urgencia… vivimos tan a 1000… no paramos y la información no para, sigue, va de acá para allá.
Y viene de cualquier lado. Antes eran las revistas las que nos informaban. Y los libros. Hoy no: es Internet, cosas que sacamos de acá y allá. A los libros y las revistas les sumamos otras cosas. Somos parte de una generación que crece con la web. Aunque pintemos o dibujemos y no tengamos nada que ver con el arte digital.
Cada obra que hacemos comparte una información. Hay obras que son imperativas: tenés que conectarte con ellas de una sola manera. Por suerte, también existen las otras, más amplias.
Ojo: no hablo de estética relacional. Hablo del afecto con el que construímos y hacemos circular la información que después usamos. Después o simultáneamente.
Los artistas crean formas sensibles, perceptivas, conceptuales para que la circulación gire y tenga su momento.
En otra época había gente que era poseedora de una información que valía o era considerada más importante. Pero eso ya no existe. Cualquier información puede ser la materia prima para una obra maestra o una obra menor.
Hablamos de arte. Y todo lo que hablamos y compartimos, termina en nuestra obra. Cada obra que conocemos no es otra cosa que una versión personal de esa información que es el audio y la materia de una época.
Por eso cuidamos eso que construimos, ese intercambio que es el material con el que hacemos nuestras cosas.
Cuidemos nuestros munditos, nuestra elite que nada tiene de elitista en el sentido mas tradicional y conservador. Cuidemos lo que compartimos.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Una información única, pero también muy cuidada
Publicado por Anita en 11:29