Yendo un poco más allá de lo que escribí antes, un grupo de arte, un pequeño mundo, es una célula siempre en vías de expansión. Porque lo que nosotros conocemos como mundo del arte en su dimensión más amplia es un gran muestrario de estos pequeños mundos y sus dinámicas, de sus interinfluencias y movimientos.
Las chicas de Campopsí son un mundo del arte conformado por el cruce de otros pequeños mundos. Porque ahí hay mundo hipnoflauta, como mundo Forrito Privado, además de otras circulaciones. Porque cada pequeño mundo lleva en su genética la historia de una circulación.
Me encanta cuando el artista en vez de mitificar o mitologizar esa circulación, o peor aún, dejar que la administre un historiador o una fundación, boicotea esa narración. Pienso en Duchamp, en Beuys: hicieron todo lo contrario que cultivar el currículum esmerado. Por el contrario, sólo confiaban en el silencio que una obra o acción podía disparar. En los sentidos que se acumulaban en la cabeza y los recuerdos de cada espectador. Porque todo espectador es un gran archivo de recuerdos que pone en marcha cuando una vez mas está frente a una obra que no conocía.
Un mundo es una sumatoria de partes que comienza a agotarse cuando se institucionaliza. Digo esto porque el mayor peligro, la mayor amenaza que un pequeño mundo del arte debe afrontar es su institucionalización. Cuando quieren que fiches lo tuyo como un empleado ficha en una fábrica, cuando ya tenés bien claro y podés explicar perfectamente y repetir una y otra vez cuál es tu lugar en el expandido mundo del arte, ya estás en problemas.
Porque cada artista es un universo portátil en movimiento. Y de lo que puede hablar en su mayor sinceridad es sobre las oscilaciones de ese avance, de ese ir hacia una meta que siempre muta.
No me gustan los archivos sobre artistas cuando se parecen a un book para curadores extranjeros que necesitan todo servido porque están en la ciudad unas horas y necesitan que les expliques todo rápido y según sus necesidades.
Lo que un pequeño mundo debería transmitir, o lo que a mi me gusta mas que me transmita, es un deseo de pertenencia. Es lo mismo que sucede con una buena banda. Te decís ¡¡qué bueno que sería pertenecer a ese grupo, estar tocando y cantando con ellos!!
A mí me gustaría, por ejemplo, formar parte de Campopsí.
Creo que ese fue uno de los grandes aciertos de Appetite: desde afuera se veía un grupo muy interesante de chicos en sus trips creativos y enseguida te daban ganas de pertenecer a él, de obtener las claves de su complicidad.
Porque veías en ese movimiento algo espontáneo, algo no digitado al estilo Operación Triunfo. Porque en el mundo del arte cada tanto aparece una Operación Triunfo, que finalmente es como una Matrix que absorbe la energía de los artistas más jóvenes.
PD: Quiero agradecerles mucho pero mucho el interés que demuestran en lo que hago. Está última semana las visitas al blog se cuatriplicaron.
La más inmensa de las felicidades.
martes, 27 de noviembre de 2007
Olvidate de crear tu mito
Publicado por Anita en 10:37