jueves, 29 de noviembre de 2007

Genealogías del afecto por sobre todo

Un blog es un sitio de diálogo. Cada post que subo es el resultado de una charla, de un intercambio de mails, de una conversación telefónica. Un post para mí es lo que sigo hablando conmigo misma pero incorporando todo lo que fueron diciendo mis interlocutores. La escritura me va llevando a terrenos distintos, porque tiene ese poder de abrir las referencias, de poner en marcha un tiempo distinto. La escritura es una forma de experiencia y de pensamiento muy personal: estamos a solas con las palabras, con las mismas que usamos cuando hablábamos con nuestros amigos un rato antes, salvo que ahora prosiguen de otra manera.
Esto surge de un comentario que me hace Leonel Pinola. De un pedido a partir de algo que yo dije. Según las épocas, los interlocutores cambian. Se va construyendo un diálogo con muchos elementos. Con Leonel nos comunicamos por medio de nuestros blogs, como también sucede con otros tantos amigos. Los blogs piensan juntos.
Vamos tejiendo algo.
En un comentario, le dije a Pinola algo así como que existen genealogías del afecto y del reconocimiento pero también otras del poder y de la especulación.
Las genealogías son elementos de cercanía. Todo artista trata de saber de dónde viene, quién le acercó, quien le brindó y lo convidó con los materiales que usa para su obra. Materiales físicos o mentales o perceptivos o afectivos. A veces vienen de otros artistas cercanos en el espacio y en el tiempo. Pero a veces de creadores de otras épocas y sitios de los más diversos.
Una genealogía es la expresión de un deseo, privado o colectivo. Pero por sobre todo es generarse una defensa. Una vez leí que una herramienta bien empuñada se transformaba en un arma. Entonces una genealogía es un arma. Que sirve para protegernos.
¿¿De quién?? De un mundo complicado. Una genealogía es un refugio.
Pero también es todo lo contrario. Una genealogía puede ser un gran contrato de poder. De exclusión. Porque cualquier genealogía excluye. Deja a fuera. Enfría o desata vínculos.
Cuando los afectos quedan en segundo plano comienza la marketinización. Es lo que veo cada vez más. Cuando se trata de vender una obra como un producto más. Una genealogía puede ser casi una campaña publicitaria.
Entonces el afecto deja de serlo.
Se transforma en otra cosa.
El marketing tiene un objetivo que es el rédito frente a una difusión. Un rédito que queda en muy pocas manos.
Pensemos otra vez ¿¿quién traza las genealogías??
A veces está muy bueno que haya alguien de afuera que encuentre los lazos. Todos ganamos.
Pero el tema es cuando nos quieren convertir a nosotros, a lo que hacemos en un producto.
Fuck off!!
Como bien podría decir Leonel: una genealogía exige una alta fidelidad.