Para algunos artistas su mundo es claramente geográfico. O por ahí nosotros lo vemos así y para ellos esto no tiene una importancia capital. Pero para los que contemplamos sus espacios todo resulta tan ubicable que podríamos recorrerlo en sueños. Y es lo que hacemos.
No me canso de recorrer el Planeta Minoliti. Si fuera por mí, le dedicaría un blog entero. Los lunes escribiría sobre sus paredes y ventanas. Los martes sobre sus plantas. Los miércoles sobre sus calles embaldosadas. Los jueves sobre sus piedras. Los viernes sobre las piernas que no se cansan de recorrer. Los sábados sobre sus cielos fabulosos. Y los domingos sobre ella.
Y podría repetir la rutina una y otra vez sin aburrirme.
Adri habita un mundo que es un escenario interminable: el sueño de cualquier director de cine. No vemos seres, salvo las piernas. Unas piernas preciosas, siempre cruzadas.
No hay seres y sin embargo todo está lleno de vida. Una vida lenta, subterránea. Una vida que espera que la descubran, que la contemplen. El mundo de Adri tiene sus modos: observa, escucha, rompe el silencio cuando es necesario. Todo está poblado de melodías. Cada una de sus imágenes son canciones que recorren los ojos y avanzan sobre el resto de los sentidos. Adri avanza para atrapar una sensación. Una por una, todas sus pinturas lo son. Cada cuadro una sensación diferente. Al principio se parecen. Y poco a poco te van hipnotizando y vas encontrando mundos dentro de los mundos. Lo suyo es minimalismo metafísico. Porque el minimalismo nos obliga a ser minucioso, a prestar atención a cada detalle. Y metafísico porque siendo como es un planeta de puras superficies, cada una de las cosas que habitan sus imágenes avanzan hacia lo desconocido.
Porque en las pinturas de Adri lo conocido se vuelve extraño y lo extraño lo sentimos familiar, Y en este cruce va encontrando su estilo.
¿¿Será que sus cuadros se le parecen o que ella se parece a sus cuadros?? Cualquiera de las dos respuestas es incorrecta. Ella se ubica justo en el cruce, en el exacto punto intermedio. Una vez que nos damos cuenta cada imagen va logrando otra voz, una profundidad diferente.
Ayer o anteayer Diana me recomendó el blog de Pinola, sobre el que escribiré pronto. En uno de sus últimos post, Pinola homenajea a Adri con una remera. Me dan ganas de usarla. No estaría nada mal fundar el partido minimalista metafísico.
Voy encontrando en su pintura un grado exacto entre Morandi y Carrá. Me encanta: a veces nos pasamos horas tratando de adivinar si en el Planeta Minoliti es el mediodía, es la tarde, de noche o madrugada.
Después nos damos cuenta que siempre o casi siempre son todas las horas juntas.
Como un rebaño sensible e inteligente.
Como nosotros, que no queremos despegarnos de sus cuadros.
jueves, 2 de agosto de 2007
Mi almanaque metafísico favorito
Publicado por Anita en 2:54