jueves, 9 de agosto de 2007

Me gusta más cuando no remite a nada específico.

Bueno, cada cual escribe su statement. Este es el mío.
Si puedo explicar algo con palabras, no necesito imágenes. Una buena obra es siempre intraducible. Se abre en demasiados sentidos. A veces tanto que da vértigo. Antes era todo más fácil. El arte representaba algo. Había una vida real y el arte era un espejo de eso. Hace mucho que no es así. El sentido calma. Pero cuando este es más leve pone nerviosa a mucha gente.
Y está bueno, pero hay que bancárselo y a veces no es fácil.
Me regusta cuando una obra es un páramo en el que nacen muchos senderos. Las mejores obras son una invitación a perderse.
Mitlag ¡¡ay, Mitlag!! A amigas que no saben nada de arte se los tengo que explicar y resulta bien difícil. No entienden. Si ven una obra suya en una fotografía les cuesta menos. Pero piensan en la reunión de elementos y se ponen histéricas.
Y es que las mejores obras no remiten a nada específico.
En un momento en el que todos reclaman a los gritos especificidad. Ay, Mitlag, Mitlag. En sus fotos hay algo de lo inmediato que repentinamente ingresa en otro estado. Sigue siendo lo mismo, casi no hay excentricidad en la elección, pero algo te descoloca.
Sigue gustándome mirar. Todo el tiempo. Y después salir a buscar la referencia. Esto último es lo que vuelve aburrida gran parte de la producción actual. Hay muchas obras que no necesitan ser miradas. Con leer la justificación textual ya está.
Con Mitlag jamás estamos tranquilos. El texto se va perdiendo en el camino. Dejando breves señales.
Como: Ay, Mitlag, Mitlag. Suena muy bien.
¿No?