No es nada difícil saber que es un clásico. Por ahí es más complicado definirlo, armar un concepto, una explicación que acepten todos, que abarque muchos ejemplos. Un clásico no tiene que ver con lo viejo y con lo nuevo. Ni siquiera con lo viejo exitoso. Hay obras que fueron muy exitosas en otras épocas y hoy no soy clásicos. Un clásico es clásico en nuestro tiempo y hay clásicos que pueden ser muy recientes.
Esto viene a cuenta porque quiero contarles ahora cómo me fui metiendo despacito en la obra de Virginia Spinelli. ¿¿Vieron que hay obras que nos llaman la atención pero que no nos resultan fáciles?? Nos intriga, pero por ahí son mundos tan personales que sentimos que hay algo que se nos escapa, que nos merodea y esa ronda es rara, queremos saber más. Como cuando conocemos a alguien que nos resulta reinteresante pero al que no accedemos inmediatamente.
Me fui dando cuenta que tal como yo veía a sus obras, los dibujos y pinturas de Virginia eran a su modo un arte clásico, pero un clásico que se aventuraba en zonas raras. Pensé mucho en los simbolistas. Todos los simbolistas, como Odilon Redon o Aubrey Beardsley tienen algo de academicismo pero enrarecido, muy personalizado. Y tienen algo que es clave para entender la obra de Virginia: su interés por lo oriental, especialmente por lo chino y japonés. Pero no como estudiosos de esas culturas y de esas imágenes, sino de la misma manera en la que muchos poetas utilizan los haikus: descubriendo una forma que se adapta a su manera de sentir.
La vibración oriental da algo de simbolista y clásico a la obra de Virginia. Es un estilo chino-japonés que nada tiene que ver con el manga ni con el animé que hoy tanto vemos, sino precisamente con un elemento fuera de tiempo que encontramos tanto en los simbolistas. Acordémonos que los simbolistas amaban a los paraísos artificiales.
Les cuento que comencé a pensar una y otra vez y a no poder sacarme las imágenes de las obras de Virginia de la cabeza (¡¡lo cual es un placer total!!) a medida que me metía más y más en un libro fabuloso: la “Antología del Decadentismo. Perversión, neurastenia y anarquía en Francia”, que tiene textos de Jean Lorrain, Villiers de l’Isle-Adan, Huysmans y otros escritores (¡¡Gracias Rafael por la recomendación!!).
Es un libro que compiló y tradujo un chico muy talentoso que se llama Claudio Iglesias. Leer este libro es una de las experiencias más intensas que tuve en los últimos tiempos.
Me encanta cómo aparece el anarquismo en esas páginas, porque yo jamás lo hubiera pensado así. Se desprende de él una suerte desustancia amorosa que es la que voy descubriendo en los trazos de Virginia. ¡¡No saben que hermoso es tener el libro y las impresiones de las obras de Virginia juntos!!
Ayer, antes de dormirme, pensaba: no es que Virginia se hubiese sentido cómoda en aquella época tan copada, sino al revés, que ella trae a nuestro presente algo hermoso de aquellos locos tiempos.
Por supuesto, esto es un puro viaje mío.
¡¡Pero ni se imaginan lo bueno que es!!
Si quieren emociones fuertes, atrévanse a este combo.
viernes, 17 de agosto de 2007
Anarquista del amor
Publicado por Anita en 10:37