viernes, 4 de enero de 2008

Un Photoshop humano ultrasensible con una divina corrección automática

¿¿Viste cuando el Word de Windows te corrige las palabras que escribiste sin que se lo pidas?? Generalmente es una molestia, porque nos cambia lo que quisimos escribir por la palabra menos pensada. Un amigo me decía la semana pasada que la mayoría de las veces esa función automática le poetizaba los textos, que usaba esa intromisión a su favor. Alguien que parece haber asimilado ese procedimiento es Santiago Iturralde. Santiago toma una imagen que puede ser cualquier imagen y le propone una variación. Es una mezcla entre esa función de corrección instantánea del Word y un Photoshop humano ultrasensible. Es un ojo pictórico que se atreve a todo. Con Santiago la palabra representación se resignifica. Porque cuando quiere es hiperrealista, cuando lo necesita absorbe el estilo que sea y lo resignifica.
Se habla mucho de las nuevas prácticas artísticas. Por mi parte pienso mucho en cómo la tecnología o las funciones de la tecnología son metabolizadas por la sensibilidad me muchos artistas que siguen investigando en formas tradicionales de hacer arte como la pintura o el dibujo.
Con Santiago me pasa algo que también me pasa con Adri Minolitti y con Lula Mari: voy descubriendo que hay algo en su práctica pictórica que se rediferencia de la de cualquier otra época. En cada caso por razones distintas.

En el caso de Santiago por ese muestrario impecable de estilos y por el repertorio gigantesco de imágenes que elige. Porque las imágenes que procesa no vienen del mundo del arte. Es al revés: él le aplica el mundo del arte al mundo.
Es como si existiera una gran máquina que se llamara arte y que cualquier cosa que le pongas sale retransformada. Esa es la paradoja: Santiago es al mismo tiempo el más contemporáneo y clásico de los artistas.
Conocés su obra y ya el Photoshop se convierte en otra cosa. En algo humanizado. A mí me pasó que después de conocer la obra de Santiago me empecé a llevar mejor con el Photoshop.
El mundo está ahí, repleto de cosas. Y los artistas también están ahí, dispuestos a hacer un montón de otras cosas con las cosas que estaban en el mundo. Los artistas clásicos representaban lo que veían. Los contemporáneos usan lo que ven. Santiago tiene un poco de uno y de lo otro. Por eso resulta tan singular.
Porque hay muchos pintores hiperrealistas que toman elementos de la cultura pop y trash como forma de ponerse al día. Pero Santiago, al revés, pone al día las cosas. Las transforma en arte. Es una especie de ready made pictórico.
Y uno de los artistas más interesantes del momento.