El arte no corre detrás del tiempo. Ni le debe rendir cuentas. Es siempre el tiempo el que ingresa en el arte y le da una forma que por otra parte nunca es definitiva. Porque el tiempo también se juega sus propias revanchas.
Tu forma de vida queda plasmada en tu obra. Aunque esa jamás haya sido tu intención. Aunque lo hayas hecho todo para borrar esas marcas. La obra tiene impresa el ritmo de tu mirada. De tus pensamientos.
A veces se ponen de moda algunos estilos de vida. Entonces algunas obras comienzan a cotizarse más simbólica y económicamente. Y hay otras formas de vida, menos estrepitosas, que parecen quedar relegadas.
Le presto mucha atención a esas formas de ver el mundo que no necesitan ninguna ruptura. Que no se proponen forzar el ritmo del tiempo.
Son formas reposadas. Que construyen desde el “darse tiempo”. Que buscan los elementos justos.
Hay críticos y gente del medio que necesitan una confirmación del ruido del tiempo. Suele darme mucha risa cuando dicen “este joven artista avanza al paso de la época. Expone en discotecas, etc, etc”. Un artista no debe estar en ninguna movida. Por supuesto, esto le servirá para promocionarse. Pero no hace a lo importante.
Me conecto mucho con las formas apacibles. Que no parecen apuradas. Que son intensas en la mirada de su entorno. Que jamás especularían con señalar un entorno o una estética que les resultara ajena.
Por eso sigo con atención la obra de Julia Dorr. Es silenciosa. No necesita mostrarse en los flashes de la farándula del arte.
Soy tremendamente alérgica a las comidillas que aparecen en la página de farándula de las artes de la revista de La Nación. Me parece una vergüenza. Artistas jugando a la revista Caras. Horrible.
Julia tiene otra política. Está por fuera. Crea su espacio. Mira. Le da tiempo a su mirada. La espera. Ella es su propio árbitro. No necesita convertirse en alguien que no es. Podría salir en esos sociales espantosos y no la afectaría.
Todo lo contrario. Se espera. Y sabe que ese esperarse, ese tomarse su tiempo es parte de su obra. Que se nota. Que nos da paz. Que permite que descubramos otro tipo de sensibilidad.
Vivimos en una época muy ansiosa e histérica. Parece que hay mucha testosterona dando vueltas. Y está bueno. Me gusta. Pero también está bueno que le demos tiempo a sensaciones más reposadas y no por eso menos intensas.
La obra de Julia tiene algo de mística de jardín. De tomarse un té o unos mates mirando como crecen las plantas y proyectarse a lugares increíbles. Ojalá los historiadores del arte puedan observar este tipo de estar en el mundo y no estén corriendo detrás de especuladores que ilustran los reclamos sociales.
Como si éstos necesitaran estetizarse. Como si el reclamo social necesitara del arte.
Lo que hace Julia me da paz. Es toda una filosofía.
Es una pócima de lo más necesaria.
miércoles, 9 de enero de 2008
Fuck off, histeria y ansiedad!!
Publicado por Anita en 10:55