A veces es el torrente, no poder parar, seguir y seguir, no dejar de escribir. Si me observo tranquila estoy segura que siempre es un estado emocional el que dispara todo. Para otros por ahí es una percepción, son los sentidos los que mandan, para otros diferentes por ahí es una idea, un flujo que los atraviesa. Pero en mí comienza con una emoción que no sé explicar. No hace falta que sea una emoción enorme: a veces es casi imperceptible, pero algo me pasa. Entonces corro a buscar el cuaderno y comienzo a investigar. Todo lo que escribí en Mao Y Lenin, en este blog, es una forma de tratar de entender qué me pasa. Es el arte el que más estados me provoca. Muchísimos. Y mientras suceden voy acumulando experiencias. Una atrás de otra. Porque para tratar de entenderme avanzo desde todos los lados: trato de sentir como los demás, trato de imaginarme las emociones de los otros, incluso cuando son muy distintas a las mías.
Necesito compartir esa búsqueda, ese pensar por qué algo me emociona como me emociona. Después viene todo lo otro: viene el discurso, la sensación, la idea, etc, etc. Pero antes está la emoción, gigantesca o chiquitita.
Estos días estoy escribiendo poco. Me escriben los amigos y me dicen ¿¿qué pasa?? Y yo les cuento: Mao y Lenin es una necesidad, una necesidad muy fuerte, pero nunca una obligación. El día que sienta que estoy obligada a hacerlo, que el blog no me sirve para investigarme, lo dejaré de hacer.
Por el momento eso parece muy lejano. Pero es cierto que hay semanas y meses en los que me pasan menos cosas y otras en que me atropellan millones. Me imagino que como a todo el mundo. Escribo cuando tengo que escribir. Hoy lo hago por una genia, una artista dos años más grande que yo a quien no conocía. Se llama Celeste Sánchez Vendramini. Fue por recomendación de mi amiga Gloria, que me pasó las imágenes y que me pasó un texto que encontró en internet. Tengo muchas ganas de ver en vivo y en directo la obra de Celeste. Lo que leí me pareció rebueno. Celeste es una científica emocional. Viene de una familia de científicos, igual que una poeta de Bahía Blanca que me parece lo más y que se llama Lucía Bianco. De Lucía tengo que conseguir los libros: leí una nota en Diario de Poesía y otra en Plebella y me quedé con ganas de más. El resto fue internet, adónde conseguí información y poesía. Tanto Lucía como Celeste provienen, según leo, de familias de científicos investigadores. Las dos tienen casi la misma edad. Las dos se criaron viendo como sus papás trabajaban en procesos científicos. Todo eso las influyó. Ellas parecen no tener separado lo racional de lo emocional, o sí, pero uno y otro se relacionan con una intensidad y con unas vueltas que son diferentes a las nuestras. La obra que más me gustó de Lucía se llama “Exploraciones por fuera del cantero”. La de Celeste “Sensisometría”. Me reidentifico con estas chicas. La verdad es que no sé si ellas investigan su emoción con una racionalidad estética o van indagando las posibilidades del arte desde una emoción que nace de lo racional científico. Es un cruce muy frágil y por eso mismo tremendamente poderoso. Si no se conocen deberían conocerse, hacer cosas juntas. Me provocan por momentos emociones muy parecidas. Por supuesto, son diferentes. Por empezar, Celeste es cordobesa. No sé qué quiere decir esto, pero algo debe querer decir.
Me pone muy contenta estar hoy escribiendo sobre ellas.
Genia uno y genia dos.
Dos formas de hacer ciencia desde la emoción.
martes, 25 de septiembre de 2007
Ciencia emotiva por autoinvestigación
Publicado por Anita en 14:40