miércoles, 10 de octubre de 2007

La belleza y el asco detrás de la tecnología


La verdad es que lo virtual no me entusiasma mucho. Es más: desconfío bastante. Creo que es una trampa, algo que nos aleja de algo que nos es muy propio como seres humanos y que con su irrupción perdemos parte de algo que realmente no está bueno descuidar, que es la inmediatez, el contacto inmediato que cada vez tiene más instancias intermedias. No se, no me copa mucho que las amistades y relaciones estén siempre mediatizadas por pantallas y máquinas. Pero aún así es verdad que éstas nos ayudan un montón y que hoy nuestra vida ya no sería lo mismo sin ellas. No tengo nada en contra de la tecnología, al contrario. Pero cada vez estoy más convencida que la tecnología sólo ayuda a acelerar instancias, pero que no es la solución de fondo de nada. Hay muchos chicos que conozco que son tan copados de la tecnología que ven en ésta algo así como una redención en cuotas. Es cómico que diga esto justo yo que me estoy comunicando con ustedes desde un blog, pero es por lo mismo, para mí internet es como un lavarropas o un portero eléctrico: una máquina para utilizar. No le encuentro mucha mística. Por todo esto Second Life no me copaba mucho. Pero como tampoco sabía demasiado, no opinaba. Esta semana me pasaron dos cosas muy intensas al respecto y vinculadas entre sí. La primera fue conocer la obra de Natalia Oliva y enamorarme.
Esa chica es divina: produce unas imágenes maravillosas, increíblemente bellas. Natalia está exponiendo en este mismo momento un conjunto de obras que son de una sensibilidad impactante. Es ahí donde la tecnología me gusta: cuando hay detrás una mirada sensible, hermosa. Porque siempre hay un ser humano detrás de la tecnología y muchas veces perdemos de vista esto. No me importa demasiado la tecnología en sí sino quién está detrás. Si toda la tecnología del mundo estuviera en las manos de gente como Natalia el mundo sería mucho mejor. Pero no es así. Quedé tan fascinada con sus imágenes que finalmente vencí el prejuicio y me metí en Second Life. Hice mi avatar y como había leído algo sobre un sitio que se llama Argentonia para ahí fui. Y fue una experiencia horrible. Espantosa. Todo lo contrario a lo que había experimentado con las imágenes de Nat. Me trataron tan mal, se burlaron de mi con un machismo tan asqueroso, me discriminaron de tal manera como hace rato no me maltrataban en la real life. Como me defendí y los insulté luego de que el ambiente se ponía tenso, estos dos avatares que dijeron ser los dueños de este sitio me prohibieron la entrada. Si hoy quisiera entrar a Argentonia no podría, ya que hay un cerco electrónico que me lo prohíbe. Los odio y mucho. Entré a ese mundo virtual creyendo que encontraría a mucha gente como Natalia Oliva y finalmente descubrí que toda la misma estupidez o peor se encuentran de ese lado del espejo.
Pero también es cierto: una sensibilidad como la de Natalia vale por un millón de Second Life.