A veces creo que caímos en una gran trampa. La trampa de la especificidad monstruosa. Todo empezó porque este último tiempo me repetí sin parar: “ponete a estudiar, ¡¡tenés tanto que aprender!!”. Así que puse manos a la obra.
Fue una experiencia rarísima, porque a medida que me internaba más y más en libros de teoría me fui poniendo histérica. Sí. No hay texto sobre arte contemporáneo que no se refiera a la “institución arte”. Todos los textos que leí, de una forma u otra proponían formas para relacionarse con la institución arte. Entonces fue que me empecé a preguntar, insistentemente ¿¿y no existe el arte por fuera de la institución arte?? ¿¿Por qué el arte tiene que institucionalizarse?? ¿¿Por qué le tenemos que hacer tanto caso a los museos, a los profesores, a los historiadores, a los curadores, a los críticos y a los artistas?? Sí, también a los artistas. ¿¿Por qué lo que digan los demás artistas debe ser una ley para nosotros?? Cuanto más avanzaba veía que el arte siempre tiene que definirse. Tiene que explicarse. Alguien tiene que explicarlo. ¡¡Y esto es un gran problema!!
Propongo una actitud política de resistencia: el escepticismo cándido. Me gusta pensar en un escéptico candoroso. Un escéptico de las instituciones. Alguien que no esté deseoso todo el tiempo de la legitimación ajena. Porque siento que muchas veces cambiamos una figura por otra: desconfiamos de los críticos e historiadores y creemos en artistas que son más autoritarios que los primeros, aunque esto no sea muy evidente al principio. Me parece peligroso que haya artistas que necesiten escudarse detrás de instituciones, por más libres que estas parezcan al principio. El escéptico cándido será por definición anti-institucional. Para pensar en el escéptico cándido pensé mucho en la más grande escéptica cándida: Fer Laguna. Porque Belleza y Felicidad es una gran obra, una obra inmensa y transitable, todo lo contrario a una institución. Cuando hace una obra a Fer no le interesa nada por fuera de lo que siente. Duda todo el tiempo, avanza alternando entre el arrojo y la parálisis, pero no se detiene ni un minuto a pensar qué está adentro o afuera de la institución arte.
En un tiempo en que los artistas cada vez se mimetizan más con los funcionarios, que hablan su jerga, que se autodenominan operadores culturales, que hacen bandas que parecen mafias, Fer simplemente hace lo que siente. ¿¿No tenemos que entender el gesto de abandonar la galería como una forma de anti-institucionalización??
Y esto no le impide trabajar con instituciones, todo lo contrario. No necesita mimetizarse con ellas para exponer en un museo.
Las instituciones deberían ser como Belleza y Felicidad. Belleza no legitima nada, sólo hace, muestra. Busca otras formas.
El escepticismo cándido es por definición anarquista, no necesita fundar nada, simplemente hace lo que tiene que hacer. No necesita presentarse como la nueva moda ni estar al día con lo que la institución arte dictamina. Precisamente es escéptico con esto y le responde con candidez.
Es una forma de cuidarse de las imposiciones. Vengan de museos, críticos, historiadores, periodistas, curadores o de otros artistas.
lunes, 24 de septiembre de 2007
Por un escepticismo cándido
Publicado por Anita en 12:24