¿¿No es muy sintomático que todos los docentes de la Clínica de Artes Visuales del Centro Rojas renuncien al mismo tiempo?? La noticia me dejó perpleja. La clínica fue desde su creación uno de los polos más interesantes de discusión y producción de arte contemporáneo en el país. No hay que argumentar demasiado, simplemente basta repasar la lista de los artistas que formaron parte de esta experiencia en sus distintas ediciones, todos ellos fundamentales en la escena del arte de hoy, sobre quienes vengo escribiendo desde que inicié este blog: Martín Legón, Vero Gómez, Fabio Risso, Luciana Lamothe, Mariano Giraud, Octavio Garabello, Mariano Luna, Diego Haboba, Mariana López, Marcela Sinclair, Provisorio Permanente, Karin Idelson, Erica Bohm, Noelia Yagmourian, Nilda Rosenberg, Nico Levin, Julieta Ortiz de Latierro, Geraldine de San Bruno, Nicolás Domínguez Nacif, Patricio Gil Flood, Leonel Pinola, Coni Piaggio, Adrian Villar Rojas, Rosalba Mirabella, Uschi Gröppel, Nazarena Pereyra, Florence V, Mumi, Esteban de Alzaa, Virginia Spinelli, Marco Bainella, Fede Lanzi y Axel Strachnoy, entre otros que ahora muy a mi pesar olvido pero pronto recordaré.
Ya sabemos que la clínica FUE el Rojas (en lo que a artes visuales se refiere) mientras el Centro se caía. La galería sigue errática desde hace años, con muestras aisladas y heterogéneas, no siempre interesantes, mientras que la clínica seguía con su firme aporte a las expresiones de la última generación.
Estamos hablando de un grupo de docentes de lujo: Diana Aisenberg, Rafael Cippolini, Gachi Hasper, Xil Buffone, Roberto Amigo, Eva Grinstein, Marina de Caro, Tulio de Sagastizábal, Alicia Herrero, Gabriela Francone, Gabriel Valansi, Juan José Cambre, etc, etc, etc. Que hayan sido maltratados es grave, muy grave. Es maltrato también para nosotros. Acaban de informarme que el nuevo director del Rojas, el Doctor Onaindia, decidió apropiarse del proyecto: Gachi Hasper y Roberto Amigo habían realizado la nueva selección de becarios para la clínica de este año y, luego de la renuncia colectiva (¡un colectivo de renunciantes!) en vez de realizar una nueva convocatoria, que es lo que corresponde a una institución seria, se apodera de la selección realizado para el proyecto al que humilló para reutilizarlo con otros docentes cómplices de quienes desconocemos aún los nombres.
Lo más peligroso es que todo esto se realiza en un marco de mentiras por parte de la institución: el nuevo director dice estar abierto al diálogo cuando en realidad no hizo más que cerrar las puertas. Según me informé, prometió a los docentes nuevas reuniones para charlar el tema pero inmediatamente cerró el diálogo.
Sería genial realizar un repudio masivo a esta ofensa e injuria.
Cuenten conmigo.
El accionar del Centro Rojas, de sus autoridades, es horripilante.
Toda mi solidaridad con los seleccionados y los docentes.
sábado, 26 de mayo de 2007
Un colectivo de renunciantes significa mucho. Mucho mucho. ¡No al maltrato masivo!
Publicado por Anita en 14:25