Hay un misterio en las cosas que se anuncia con la pincelada. Es algo que sucede hace siglos y siglos y nada lo reemplaza. A veces leo sobre el lugar de la pintura en la historia del arte, sobre los sistemas de representación, los objetos en el mercado del arte, tendencias y praxis de todo tipo. Pueden decirse muchas ideas interesantes, se puede estar muy informado, pero la pincelada atraviesa el lienzo o el papel y nada la reemplaza. Algo similar pasa con el dibujo. No se trata de una eternidad, es todo lo contrario: una instantaneidad. Dibujar o pintar, respirar o caminar: no envejecen ni rejuvenecen. Son acciones propias de nuestra humanidad. Se pintaba en las cavernas, de dibujaba en la arena, en la tierra. Es trazar una línea y después otra y otra. O la misma, y llevarla más allá. Ahí están los colores. Los vemos todo el tiempo en las cosas que nos rodean y no envejecen. Veo los cuadros de Catalina León. El misterio no envejece. La pincelada tampoco.