viernes, 15 de agosto de 2008

En tus caricias siento la aspereza de mil pequeños infiernos

La crueldad y la ternura como el yin y el yang. Estamos felices y sin embargo veo en tus ojos una tristeza profunda. Estás calmo y adivino tus feroces ganas de hacer estallar el mundo en pedazos. Estamos repletos de amor, necesitamos ser queridos y todo el tiempo sentimos la icomodidad de decirlo. Son emociones encontradas, que dan vueltas por todo nuestro cuerpo y aparecen acá y allá, en lo que vemos, como dulces insectos que apartamos de nosotros sólo porque desde muy chicos nos enseñaron a hacerlo.

No puedo sino estremecerme ante la obra de Fernando Zagales. Porque esas criaturas no buscan ser agredidas. No son masoquistas, pero tampoco son inocentes. No somos inocentes ¡¡nos encantaría, sin embargo!! Buscamos esa inocencia todo el tiempo y la encontramos en fugacidades. En un abrazo, en la palabra exacta de un amigo, en la luz que observamos de repente en la ventana como si estuviera existiendo por primera vez y nos deja absortos.
Pero el resto del tiempo es esa sensación. Tenemos que hacer de nosotros un bunker, convertirnos en erizos y aprender a dialogar con otros filos.

No hay cinismo en Fernando. Son sensaciones que ganan en el contraste, pero la nuestra es una generación que pudo ver el yin y el yang, ternura en la crueldad y crueldad en tu ternura.
¿Símbolos? No.
Átomos de nuestra sensibilidad infatigable.