Estamos tan cerca del cielo. Hay que saber meterse, aprender a mirarlo. Carmen Rocher lo sabe: te vas hundiendo lentamente hasta estar en otra parte. Tu imaginación está ahí, forma parte. Somos polvo de estrellas. Somos un fragmento del gran mar oscuro que no deja de iluminar. Queremos transmitir esa sensación, inmensa, que rodea nuestro cuerpo y lo expande. Somos el universo. La tierra se vuelve mas presente a medida que se aleja. Y no nos movemos. Estamos acostados en el piso, proyectados al gran vacío. Y no caemos. La Tierra nos sostiene. Somos de ahí, de aquí de cada uno de los planetas. Aprendemos lo que es el cielo. Es más que esa palabra, que todo lo que encierra la sensación, que todas las imágenes de la historia. El tiempo cósmico es lo que nos regresa a nuestra humanidad en su escala. Carmen nos deja sus líneas, sus planos. Nosotros sabemos todo lo que hay ahí.
Sabemos de esas horas, de esa experiencia intensa donde el juego deja lugar a las maravillas de estar absorta, a las lecturas infatigables, a los documentales sobre las inclasificables cosmologías. Nos perdemos, regresamos, volvemos, intentamos darnos forma. Lo que queda es esto. Es el arcón de los juegos. De los misterios. De los relatos que nunca queremos dejar de oír. La ansiedad no es prisa. El tiempo se pierde, nosotros no. Sabemos donde estamos aunque lo que nos sostiene es el vértigo. Caemos en un abismo de estrellas sin estrellarnos. Queremos decirlo. Todo el tiempo nos miente nuestra escala próxima. La sutileza de la luz nos enseña. Carmen nos señala: sólo debemos alzar la vista para elevarnos.
sábado, 23 de agosto de 2008
Asaltando al cielo y a tus límites también
Publicado por Anita en 17:42