Fernanda se lo permite todo y hace magia con sus indecisiones. En realidad no son indecisiones porque ella siempre sabe lo que quiere, pero asume las dudas, asume la confusión. No es fácil encontrar gente que asuma su confusión en público. Y Fer lo hace. Esta carta es el ejemplo. Es todo un documento artístico. Fer la quiso compartir conmigo y yo la quise compartir con ustedes. Porque me parece reimportante. Saber escucharte. Escucharnos. No siempre lo hacemos. No es fácil.
Muchas veces terminamos por mezclar nuestra voz en el tumulto general para que el momento pase.
Escribo para muy pocas personas que conozco. Y para muchas otras que no conozco, pero que sé que son maravillosas. Y escribo para mí. Y el resto me importa realmente poco.
Escribo cuando sé que necesito hacerlo, que brota en mí una necesidad irrefrenable. Fernanda Laguna me enseñó a no tener miedo ni cuando estamos llenos de miedos. A animarse.
Este es un momento muy especial para mí. Hoy lo pensé un montón y la verdad es que no sé exactamente por qué, pero siento que lo es.
Estuve viendo muchas muestras, mucha obra. Descubriendo a artistas emocionantes. Ustedes saben que es hermoso descubrir nuevos artistas y todas las sensaciones que ellos transmiten. Hay artistas que por el contrario se cierran. Es como si se dijeran “me gusta hasta acá”. Y es que en verdad hay mucha gente del mundo del arte a la que no le gusta mirar. Porque el arte no es sólo cuestión de continuarse en una obra, sino de atreverse a mirar. A mirar lo que antes no mirábamos.
El arte es un aprendizaje por la mirada. Y digo mirada en un sentido muy amplio.
Mirar implica un mundo de cosas. Mirar es una aventura. Es prestar atención, es tratar de entender la actitud del otro. Es un acto de amor.
El mundo del arte cambia mucho con el tiempo. Cada semana es una vida, cada mes son varias vidas. Porque son demasiadas cosas interesantes todas transcurriendo al mismo tiempo y sólo en Buenos Aires.
Por eso me gusta descubrir gente que se interese por la mirada. Por las formas de ver.
Los que siento mas cerca son aquellos con los que comparto esto. No están atentos sólo con la obra o el artista, sino que siempre tienen que decirnos algo nuevo sobre su visión.
Los que más me aburren son los que no se bancan esto. Porque cada vez encontrás más espectadores que quieres que mires las cosas de una sola manera. Que les hables así o asá.
Adoro tener ojos. Adoro poder mirar. Me alucina que los ojos me digan cosas distintas todo el tiempo. Que me ayuden a tener cada vez menos prejuicios.
La escritura es una forma de encontrar otros sentidos a lo que veo.
Y todo esto es una actitud.
El regalo de Fer no fueron las fotos.
Fue su gesto. Fue su actitud.
Fue su generosidad.
Como el de los adorables que cité en el post anterior.
Me encanta que estén acá, conmigo.
Me encantan que no tengan miedo de seguir adentrándose en el misterio de mirar.
Una vez más: gracias.
Los quiero.
martes, 26 de febrero de 2008
Saber decir que no (el regalo de Fer segunda parte)
Publicado por Anita en 21:54