lunes, 20 de agosto de 2007

Como una punzante sensación de análisis

Dar orden. Al universo, al planeta, a nosotros mismos. Y saber el orden es algo que buscamos para sentirnos menos vulnerables. El desorden crea incertidumbre. Y está bueno. Pero después algo muy profundo nos pide encontrar un orden. Es como un lugar de descanso. El orden es una mirada nuestra hacia el mundo. Incluso en muchos desórdenes hay un orden por descubrirse. Cada artista tiene su orden. Lo busca. Lo propone. En algunos es bien evidente esa propuesta. Por ejemplo en Ponchi.
Una buena parte de su producción (¡¡cómo me gustaría conocer más!!) transmite la sensación de esa búsqueda. Un orden geométrico. Yo las veo y pienso en diagramas de estudio. En elementos de análisis. Gráficos. Hay una belleza en los gráficos. En las grillas. Ponchi transmite eso. Su grilla se impone a una imagen.
Da la impresión de estar siempre estudiando. Analizando.
La imagen en sus líneas, es sus planos.
Expresión pero desde la plantilla. Sabemos que se refiere a algo, pero no sabemos a qué. Son gráficos de estudio pero desconocemos bien su utilidad. En realidad, lo bueno es que son perfectamente inútiles. Es como en Lost, cuando parte de la expedición encuentra ese laboratorio que necesita transmitir todo el tiempo una clave para que no se termine nunca el mundo. Con la obra de Ponchi tenemos esa sensación. Encontramos elementos de un espacio de estudio. Y tenemos que utilizar intensamente nuestra imaginación para saber qué es lo que está estudiando.
Por ahí nos está estudiando a nosotros. O estudia nuestras formas de conocimiento.
O la belleza de estos elementos. Es una obra estimulante y ambigua. Es una obra que nos perturba sin inquietarnos. Es tranquila. Tanto como un gráfico. Y por eso mismo nos inquieta. Porque desconocemos su uso.
Me gusta mucho lo que hace Ponchi. Porque la emoción de sus obras no parte de ninguna anécdota que se pueda desprender de la mirada. Y mucho menos del ejercicio formal. Porque no es una obra abstracta.
Sin embargo, si la ponemos en las paredes de nuestra casa, tiñe todo de un efecto raro. Porque se ve que es una obra. Pero también va más allá.
Dando orden. Un orden mudo, que desconocemos. Al que no accedemos. Pero ahí está.
Y al final accedemos de otra forma.
Más emocional y menos racional.
Justo en este tipo de obra. Que parece parte de un estudio.
Qué bueno que Ponchi nos siga perturbando.
Con tanta armonía.