En uno de los primeros post dije que las obras que más me interesan, aquellas que logran hipnotizarme y colonizan amorosamente mis pensamientos durante días, son aquellas de las que me apropio y paseo por mis sentidos sin respiro: son mis momentáneas consejeras, del mismo modo en que el horóscopo de las revistas de los diarios de los domingos se transforman en el oráculo de algunas personas que conozco. Las obras que más me dicen son como prótesis, partes de mí. En el post anterior hablé de velocidades. Bueno, seguí pensando en eso y me doy cuenta que cada obra que incorporo, que vuelvo propia, me arroja a su velocidad única, que siempre coincide con la velocidad que busco para mí. Me tomé muy en serio eso de escribir textos de la misma manera en que se escriben canciones. Las obras que me incorporo a mi disco duro sensible son el ritmo, la melodía y la armonía para mis velocidades y formas de habitar este planeta, es decir, son mis elementos. Estos días vuelvo a fascinarme, aunque siempre estoy encantada, con Vero Gómez y los Laboratorios Baigorria. ¡¡Sueño con ser la Doctora Laura Baigorria!! Ayer me desperté pensando que mi vida es un laboratorio, un lugar de pruebas para mi percepción y mis formas de sentir, un espacio de pruebas y que las obras de arte que me alucinan son mis instrumentos de investigación.Vero juega el más serio de los juegos con un humor envidiable. ¿¿Vieron que sus instalaciones siempre se refieren a las distintas formas de vida?? Es la vida la que aparece en experimento. La vida de conejos, de pollitos, de palomas, de perros, de chanchos. Son pruebas de la vida. Incluso en la construcción del lugar, los papelitos que va dejando sobre las mesas y muebles, los mensajes afectivos de quienes trabajan en el laboratorio. Vero Gómez nos invita a vivir nuestra vida como un juego divertido y serio, lleno de pruebas y aventuras. Pero por sobre todo, a reflexionar sobre nuestro lugar y nuestros límites. Adorable Vero: sólo deseo que sigas laboratorizando nuestras vidas durante años y años.