martes, 11 de septiembre de 2007

Galaxias susurradas

Es como lo ves. Sólo eso. Cómo te situás frente a tu obra, a la de los demás. A vos. Y como vas siguiendo esos pasos. Como si fuera una película entre las manos: un fotograma, después de otro y después de otro. Vas viendo el movimiento en su lentitud. Lo que importa es el ojo: nos estás enseñando cómo ves el mundo. Estas pinturas son de María Allemand. Una lección de cómo mirar el mundo: desde qué ángulo. Es el detalle, sobrio, congelado, pero que lo dice todo. Que lo sugiere todo.
Las pinturas de María cuentas historias. Todas ellas. Son el susurro exacto de la historia. Las escuchamos como una leve caricia. No son historias simples.
Todo está dicho en el ángulo, en la distancia. En el pliegue.
Me encantaría poder escribir de la misma forma en que María pinta. Encontrar el lugar exacto desde donde decir.
Su técnica es reesmerada. Una chica minuciosa, que lo observa todo. “Dios habita en los detalles” dijo alguien (no me acuerdo quien). Eso no lo sé, pero los detalles de María son geniales. Son galaxias. Susurradas.
Toda época tiene una tendencia dominante. Un grupo de imágenes que se impone. En este sentido las pinturas de María están en otro plano.
Ni se oponen ni quieren ser una alternativa al enorme grupo de imágenes que arman los contornos de estos años. Si mirada es clásica, y desde esa elección nos dice un montón. María es una chica clásica. Lo que tiene de interesante el clasicismo es que siempre debe reactualizarse. Cada vez que aparece tiene que justificar su irrupción. Ser clásico es una forma de pintar y de estar en el mundo.
Hay un pensamiento clásico, un ojo clásico. En la forma de reactualización reside la singularidad de María.
Sus imágenes me transmiten una paz increíble, a la vez que un suspenso. Son como puntos suspensivos.
Es lo que me dejan en este momento sus obras: una continuidad fabulosa entre paz y suspenso. Es como si se superpusieran y avanzaran juntas.
En una extraña armonía.
Me gusta cuando la pintura transmite una sensación. Como aquella vieja canción que dice “una mano fría sobre la espalda tibia”.
Cuando una pintura se propone atravesar una sensación ya me interesa. La propuesta me interesa. No hay nada más ni nada menos que eso. Ser el soporte de una sensación.
Llevar esas sensaciones al límite me emociona.
Nos obliga a recomponernos como espectadores.
A recibir sensaciones. A hacer algo con ellas.